Es Cataluña el mayor problema de España? No, mal que le pese a quienes con obstinada torpeza y desprecio de toda legalidad han conseguido colocarlo en el centro del debate nacional, arrumbando lo que de verdad tiene trascendencia para la vida ciudadana. Lo que Cataluña nos roba en vísperas de unas elecciones cruciales es la impagable oportunidad de que nos digan cómo, por ejemplo, recuperar a quienes en este período oscuro han quedado descolgados de la sociedad, cómo modelar los partidos políticos con arreglo a unas exigencias que en estos años los electores han perfilado de forma clara, cómo incorporar al marco de convivencia política los cambios sociales y políticos que se han generado en casi cuatro décadas de vigencia de la Constitución. Es un robo al que no escapan ni los propios catalanes: el falso techo del independentismo encubre gruesas diferencias ideológicas y da cobertura a quienes nada comparten sobre el modelo de sociedad que quieren.

Para que el asunto catalán haya llegado a ocuparlo todo ha sido necesaria la colaboración de un Rajoy reservón y sin capacidad de manejo de los tiempos políticos, siempre a la zaga de un soberanismo para el que las reglas de juego han dejado de existir. Cuando llegue el 20 de diciembre habrán pasado cuatro años y un mes de las últimas elecciones generales. Puede sonar a tiempo de condena, pero lo que revela es el afán de dilatar al máximo la legislatura, sin duda con la esperanza de que esa recuperación apenas perceptible empiece a calar en la calle y ayude al PP a ganar el favor de las urnas.

El último sondeo del CIS, pasado de cocción, puede interpretarse como un éxito de esa estrategia, centrada en el estrecho interés partidista, que nos ha llevado a estar enfangados en el barro catalán en un momento en que el país requiere perspectivas más abiertas. Un adelanto electoral nos habría librado de esta apropiación indebida del debate público. Un recién investido jefe de Gobierno español resultaría un interlocutor de mayor fortaleza y frescura frente a los soberanistas que este presidente exangüe, empeñado en alargar su tiempo para propiciar una improbable victoria electoral que ni siquiera le garantiza volver a gobernar. Y mientras tanto, Cataluña está a punto de independizarse por la vía de saturar con lo suyo al resto del país.