Una curiosidad: el año pasado por esta fecha este fenicio escribía de la radioterapia inexistente y del escarabajo picudo, sobreabundante. Hoy seguimos en las mismas, el picudo se ha engullido el jugo sabroso de más de cinco mil palmeras (deben ser muchas más, pero bueno) y la radioterapia no ha llegado a los enfermos de cáncer pitiusos. Peor aún, estos siguen obligados a viajar a Mallorca en condiciones de zozobra y molestias interminables. ¿Qué político fue el que puso la mano en el fuego? Da igual, los ibicencos ya le han botado, como han botado a la cuadrilla de impresentables del PP que se pasaron los cuatro años dedicados a sus chascarrillos domésticos en vez de a gestionar.

Aparte de perder sus nóminas, ellos son los responsables de que haya aterrizado un alcalde como Ruiz y otros tantos novatos que sin duda irán adquiriendo experiencia y desprendiéndose de las bobadas podemitas y catalanistas, aunque han empezado con mal pie. O también les botaremos. Sobre el Ayuntamiento el fenicio apenas ha escrito ni una sola línea, pero no piensen que no figuran en la agenda de los periodistas independientes. Desde su arranque en las fiestas de agosto en adelante les tenemos en la carta de navegación, pero era de justicia darles estos ciento y pico de días de cortesía. Inmersos en pleno otoño apenas hemos tenido tiempo de sacar los cuernos, como hacen los caracoles, oteando el panorama a ras de suelo (o no tanto cuando están instalados en las ramas del almendro o del algarrobo).

No hemos tenido casi ni la oportunidad de salir al bosque entretejido por una red de maleza inextricable para saludar a las primeras setas. Una catarata de lluvias torrenciales y de vientos duros nos han barrado la entrada. En la ciudad los barros han sido más agresivos, como las aguas que los transportan, perpetuando la ceremonia de siempre, anegando accesos y cortando la circulación. Homenaje a los salvadores que nos hicieron contra nuestra voluntad estas autovías. Yo no sé qué haríamos los ibicencos sin estos salvadores que quieren meternos cinco millones de turistas cada verano en nuestra isla.

En estas fechas podríamos estar reponiéndonos de la avalancha de clubbers y turistas, pero no hemos tenido tiempo. La furiosa tempestad turística ha sido sustituida casi de inmediato por la tempestad meteorológica. Y son tormentas de las que hacen daño, arrancando de cuajo pinos y árboles frutales. Los isleños lo notarán en sus nervios, porque somos animales climáticos y estas alteraciones acaban por afectarnos, no solo cuando cortan las carreteras o los túneles de las autopistas del diablo. Nos afecta en todo. Me gustaría ser Josep Pla por un momento para narrar aquellos inolvidables otoños ampurdaneses. Pero no puedo, ni Ibiza es el Ampurdán ni los otoños de las Pitiusas son los mismos de antaño. Paz, ciencia y vino.