Decenas de colillas, varios pañuelos de papel usados, el envoltorio de una galleta de chocolate, la etiqueta de un vestido, una botella de plástico, varios tapones, restos de una botella de cristal que hace semanas estaba entera, un bloque de asfalto y otro de pintura blanca, un par de paquetes de tabaco vacíos, un mechero pisoteado, un trozo de pan, una bolsa de ganchitos, una lata de cerveza y otra de refresco, algunas mierdas de perro, trozos de madera que parecen restos de una mesilla de noche, un par de chapas... He ido tomando nota de las cosas que he encontrado en la acera desde el punto en el que he aparcado el coche hasta que he entrado en el edificio de este Diario. Una acera en la que no hay ni una sola papelera ni contenedor de basura. De hecho, por mucho que le doy al rodillo de la memoria no consigo recordar ninguna papelera en todo el barrio. No se trata de un lugar oscuro y apartado, ni de bajos fondos ni de un extrarradio tercermundista, sino de Can Cantó-Can Misses, un barrio más de la ciudad, aunque dejado de la mano del barrendero como tantos otros. Cada nuevo equipo de gobierno que entra en el Ayuntamiento de Ibiza anuncia un plan de choque de limpieza y el anuncio se va diluyendo después entre otros hasta desaparecer. No es un problema nuevo ni fácil de resolver, pero al menos podrían preocuparse por instalar papeleras, a lo mejor así algunos de los objetos que he relatado al principio no estarían en la acera.