Concretamente Dalt Vila, o sea, el núcleo fundacional de la isla entera. El recinto está cerrado por unas murallas muy posteriores levantadas en época renacentista, en pleno siglo XVI. Todo esto es un apasionante parque temático. Y más desde que le han añadido estos cañones y estos letreros que han durado apenas un año y que ya no sirven para nada, como en gran parte de los museos. No entiendo por qué algunos progres de salón se hacen los ofendidos cuando descubren horrorizados que viven en un parque temático. Las grandes compañías mundiales se gastan auténticas fortunas para diseñar y comercializar parques temáticos y los clientes se dejan un fortunón cuando llevan a sus niños a los eurodisneys y a los portaventuras de turno.

La gente quiere diversión, la gente compra ocio y juegos. En este campo se invierten fortunas imponentes. Muchos grandes millonarios de los últimos cincuenta años no se han hecho ricos fabricando maquinaria de acero ni transportando fosfatos (que también, claro) sino haciendo cine, inventándose cantantes despampanantes de físico recauchutado o estrellas que parecen destiladas en un alambique de dibujos animados. Ahí está la pasta, chaval, el showbiz, si lo que quieres es ganar mucho dinero. Y sin embargo nos molesta que nos digan que Ibiza es un parque temático. O Barcelona o Venecia. Quienes temen convertirse en parque temático para turistas de fugaz aparición y masificada presencia es porque están sensibilizados, y lo están porque ya viven en él. Pero no quieren aceptarlo.

Vuelvo a Ibiza, para que se fijen conmigo en cómo el gran centro cartaginés (ergo, fenicio: somos fenicios) tiene unas proporciones que recuerdan al belén que los cristianos montamos en navidades. A la medida humana nos dijeron, pero yo les pedí explicaciones y las encontré: a una medida de las humanos bajitos, pequeños, laboriosos, fenicios y conservacionistas. Si lo seremos, que hemos conservado Dalt Vila durante 3.500 años, así como los cementerios rurales que se expanden a lo largo y ancho de toda la isla. Los hemos conservado hasta que la fiebre por la arqueología y la necesidad de estudiaros a medida que los íbamos reventando para construir encima una carretera nos ha obligado a dejarlos expuestos. Y ahí están al alcance de cualquier bárbaro.

Sí, somos un parque temático, el más antiguo del planeta, quizás a excepción de Jerusalén, que tiene una opulenta acumulación de historia y el dinero suficiente para conservarla. No temamos la verdad: no nos vamos a convertir en parque temático. Ya lo somos. Y esto sí, en verano se hace insoportable.