Hay varios temas que nos afectan a los pitiusos y que suponen una losa sobre nuestra economía, o sea sobre nuestra vida y nuestras posibilidades de competir con cualquier otro español: el coste de la insularidad, que nos cuesta unos 9.000 millones al año de agravio en comparación con la Península; los agravios fiscales, las balanzas fiscales o expresado de otra manera, el olvido secular de las islas a la hora de elaborar los presupuestos generales de España. Sobrecoste por la insularidad, agravios fiscales, olvidos en los presupuestos a la hora de asignarnos partidas. Estas tres continuadas flagelaciones estructurales a lo largo de décadas han conseguido que el isleño haya interiorizado esta abrumadora injusticia como algo natural que no puede modificarse. Pero sí se podría y espero que fuerzas emergentes como Epic, UpyD, Ciudadanos y alguna otra, tomen cartas en el asunto en la medida en que puedan.

Para que no quede muy abstracto, vamos a visualizarlo con una circunstancia digna de algún programa televisivo sobre misterios inextricables: los precios de los transportes marítimos de personas y mercancías Ya sabemos que un oligopolio (unas cuantas compañías, creo que ahora son tres) se han repartido la tarta y han impuesto unos precios desorbitados. Ya en los años 80 y 90 cobraban más por transportar una tonelada de Ibiza a Tarragona que de Tarragona a Singapur. No sé exactamente como está hoy. Pero cómo llegaría a estar que los tribunales de justicia impusieron a estas compañías una multa que rondaba los 54 millones de euros por haber manipulado los precios y los trayectos a su favor. Pero en este malogrado país hubiera sido demasiado bonito una sentencia ejemplar y de ejecución rápida. Los empresas recurrieron, como es de derecho. La realidad es que los precios siguieron con su lógica implacable y su extraño criterio hasta que, hace poco, Baleària rectificó, los ibicencos pagábamos mucho más caro que el resto de baleáricos. El trayecto Ibiza-Palma era el más caro de Canarias y Baleares. Los mallorquines, quizás por ser más guapos, pagaban mucho menos para llegar hasta Denia, aunque Mallorca está más lejos.

¿Como está la resolución del recurso para evitar la multa de 54 millones? En el Supremo. Y cuidado con lo del Supremo, que no es una victoria definitiva de las navieras, solo obliga a retrotraer las actuaciones y rehacer el expediente cumpliendo algunos trámites que se habían omitido o desestimado. Baleària, por ejemplo, quería acogerse a la rebaja de la multa por haber colaborado y facilitado la investigación revelando detalles de las tropelías de todos, pero Competencia no se lo aceptó; el Supremo cree que sí tiene. El resultado es que los ibicencos hemos descubierto hace años que el choque entre dos barcos o el aterrizaje en un islote en los Freus o el incendio de un ferry no es un peligro inimaginable ni improbable. Pero el daño pecuniario que sufren las islas sigue siendo persistente, implacable e injustificable. Señores del Altísimo, perdón, del Supremo: hagan justicia.