A partir del invierno de 2010, desde El Aaiún a Túnez, los países ribereños que acogían a los turistas franceses han ido cerrando sus hoteles por falta de clientes.

En pleno invierno, los saharauis se enfrentaron frontalmente contra la brutalidad de la policía marroquí como no lo habían hecho nunca. Fue una lucha desigual, pero al menos tuvo la virtud de prender la mecha que pocos meses después culminaría en lo que se ha llamado la primavera árabe. Gracias a Internet, algo desconocido en insurrecciones anteriores, los hechos se propagaron de forma explosiva.

Desde 1975 los saharauis lo habían intentado por todos los medios y solo en esa ocasión repercutieron las cargas y los golpes policiales. ¿Cómo lo consiguieron? Por Internet. Aunque los servicios marroquíes han blanqueado mucho y han censurado hasta donde han podido llegar, todavía hoy pueden verse algunas imágenes si se sabe escarbar bien en la incontrolable magnitud de la red.

Cuento estos prolegómenos como homenaje a tantos ibicencos que enterraron un año y pico de sus vidas haciendo el servicio militar en el Sahara entonces español. Pero también porque -como he dicho al principio- estas valientes mujeres y hombres saharauis tuvieron el arrojo de desbrozar el camino que seguirían en Túnez y después en casi toda la ribera mediterránea.

En consecuencia y desde entonces, dichos países están pagando un elevado precio en forma de divisas porque blindaron el paso a un turismo que les aliviaba su cuenta de resultados.

Desde 2010-11, por ejemplo, Baleares ha recuperado casi medio millón de turistas franceses, que se dice pronto. De ellos, 330.000 han vacacionado en Mallorca, pero el resto ha recuperado el destino de sus abuelos en Formentera e Ibiza. Y unos miles en Menorca.

Crudamente podemos decir que han regresado por esta impronta en su memoria familiar, pero también por miedo. Más que por amor al archipiélago regresan por miedo a Túnez, Marruecos, Argelia, Libia, Egipto, Jordania, Siria, Turquía, etc. El francés era mucho de Túnez y de Egipto. Y por supuesto, Siria. Queda todo dicho.

Por lo qué sé, numerosos hoteles de Baleares han vuelto a contratar con franceses y las reservas son muy optimistas, con aumentos espectaculares. Partiendo de datos de 2014, el turismo francés es el quinto de Baleares en orden de importancia, pero a gran diferencia de los británicos, alemanes y españoles. Aun así, Baleares está de suerte y debe aprovechar esta inesperada coyuntura para fidelizar y para anclarse en un turismo de calidad y de buen servicio.