Era de esperar. La explosión pública de quejas desde el sector profesional de la sanidad en relación con el nuevo hospital de Can Misses pone de manifiesto hasta qué punto el sistema político requiere de un cambio profundo. «No somos números, somos personas» es quizás la frase más leída y oída, y es que la degeneración en la que hemos caído, como modelo de sociedad, en la que la máxima prioridad del sector privado coincide con la de quienes nos gobiernan -que no con la de quienes somos gobernados- resulta ya insoportable.

Las medidas de austeridad que afectan a la falta de personal en el nuevo hospital de Can Misses parecen no afectar al sobrecoste del mismo o a la campaña de publicidad que nos inunda de una amarga sensación de tomadura de pelo.

Es tan larga la lista de despropósitos en la gestión y puesta en marcha del nuevo hospital, que una se pregunta si quienes son los responsables políticos de todo ello reciben una nómina pagada del erario público, es decir, de nuestros impuestos, o bien de las empresas a quienes han entregado la explotación económica de nuestra salud.

Leer a Olga Tarín, en representación del equipo de profesionales de enfermería de Especialidades Médicas, pidiendo disculpas a los usuarios del hospital, por no poder atenderles con la profesionalidad que requiere su situación, debería ser una bofetada de realidad a quienes son responsables de la situación que padecen ellos, como profesionales, y que padecemos todas las personas que vivimos en Ibiza, como ciudadanía.

Bofetada que probablemente caerá en saco roto, como quien mueve la mano para mover el aire. Y es que la dureza facial de quienes toman las decisiones en nuestra isla, en nuestra comunidad autónoma y en nuestro país pasará a la historia vergonzante de quienes han provocado la mayor brecha social entre ricos y pobres, de quienes han entregado lo que es de todos, lo público, a unos pocos empresarios sin escrúpulos, que como niños con un caramelo, cantan y bailan en el recreo para celebrar un sistema supuestamente democrático convertido en una fábrica de dulces.

Es una auténtica necesidad contar con nuevas políticas, representadas por personas honestas, que realmente fijen la acción de gobierno para garantizar y mejorar la situación de las personas, incluida la atención sanitaria, y no para generar máximos beneficios espurios para las grandes empresas.

La ciudadanía somos quienes votamos. Las personas y nuestras necesidades debemos ser el objetivo de quien gobierna con esos votos. Y ese cambio debe llegar, no sólo en el plano insular y autonómico, sino en un verdadero cambio en el gobierno de España. Sin duda este 2015 está impregnado de esperanza e ilusión, no sólo por la cita del 24 de mayo, sino también por las elecciones generales de final de año.

Un cambio a nivel estatal que permita consolidar los cambios que tenemos a nuestro alcance a nivel local.

¡Claro que Podemos cambiar las cosas!