Aparte del grueso de turistas británicos y alemanes, vienen otros turistas procedentes de países lejanos. También cuentan y añaden exotismo y diversificación. De vez en cuando uno se topa con un japonés y queda muy extrañado. Yo he conocido algunos japoneses en la isla, pintores y escritores y sí, cierto, son discretos y extraños, pero siempre extremadamente amables. Aprecio los escritores japoneses que he leído y me gustan las pinturas de estos nipones. Esta apreciación cambia cuando van en manadas a los museos europeos. En tal momento se transforman en descarados depredadores de la imagen, se meten en medio, empujan sin disculparse y se amontonan formando una albóndiga de algarabía oriental, que es algo que no se sabe lo qué es. Parecen escoceses cocidos.

Pero, ay amigos ¿y los chinos? ¿A qué diablos vienen los chinos a Ibiza? Mejor no saberlo si no queremos experimentar las desagradables experiencia de la ciudad de Barcelona, ocupada y sitiada por comandos que emergen casi a traición desde algún crucero. Los rusos, indios, brasileños, mejicanos y chinos que suelen pasar sus vacaciones en Ibiza suelen ser gente de posibles y están en el cacumen de los nuevos millonarios. Son los tycoons del sol naciente o de la mafia rusa. Vienen forrados. Uno se da cuenta enseguida, porque precisamente a eso aspira el nuevo rico: a exhibir sus poderes.

Pero claro, vienen pocos, por esto mismo se hacen muy visibles. Los chinos que trabajan aquí son invisibles y pasan su vida sutil y evanescente en un entramado mafioso, opaco, inaccesible. No veréis ningún chino muerto ni por supuesto enterrado en los cementerios europeos. Los buenos chinos nunca mueren. Por el contrario, los chinos turistas lucen vozarrón metalizado, joyas y gesticulan como si fueran napolitanos.

Ay, la difícil tarea de pasar por millonario. Pero nadie crea que compran lo que todo el mundo: los chinos se pirran por comprar retretes y comida de bebé, al menos los que viajan a Japón, Tailandia y Corea del Sur, que son sus tres destinos preferidos. Los que vienen a España o a Ibiza a la fuerza han de elegir otros gadgets, porque no vas a trajinar la taza del váter durante todas las vacaciones, por muy chino que seas. Esto me plantea una pregunta metafísica: ¿Dónde han evacuado sus necesidades los miles de millones chinos durante sus cinco mil años de historia?

Los chinos se sorprenden de que en Ibiza el papel de váter sea gratis en los lavabos y sufren tremendas tentaciones de jibarizarlo y llevárselo puesto, pero se resisten. Ahora las Pitiusas empiezan a recibir chinos. En 1979, el islandés Erro, expuso en la Fred Lanzenberg 'Los chinos en Ibiza' una exposición muy divertida, porque aquellos invasores vestían camisas Mao color verde oliva. Hoy no. Es más que probable que muchas de las chinas en Ibiza prescindan incluso de las bragas de seda y se desperecen resacosas y semidesnudas en alguna playa llena de medusas y de merluzos.