La declaración ante el juez Castro del exconcejal de Urbanismo de Palma Javier Rodrigo de Santos, uno más de la ristra de ex altos cargos de las islas encarcelados por corrupción, cuantifica el volumen del robo sufrido por los ciudadanos de las islas durante, al menos, los gobiernos de Jaume Matas. De Santos cifró en el 3 por ciento la mordida que la mafia gobernante recaudaba de cada proyecto que adjudicaba. Pero va más allá, porque lo que sus declaraciones traslucen no es solo que aquellos ejecutivos de la opulencia se beneficiaran de la corrupción heredada, construida durante años a base de maletines circulando por las conselleries. Matas y sus secuaces no se limitaron a sacar billetes de maletas de cuero y transferirlos a botes de Cola-Cao sino que convirtieron al Ejecutivo en la base de la actividad mafiosa. Quiso convertirse, aunque de forma chapucera, en el capo di tutti capi y para manejar la red colocó a sus hombres y mujeres en los principales centros de poder y a su propio cuñado -la famiglia- Fernando Areal como correa de transmisión de órdenes y recogida y reparto de sobornos. El problema es que aún no se ha hecho limpieza. Puede que ya no se cobre un 3 por ciento a los villarmires o florentinos de turno, pero muchos de los que participaron en la red siguen en puestos relevantes en el Partido Popular y calentando escaños en el Parlament, consells y ayuntamientos. #EivissaDiuNo