A este paso van a acabar metiendo enfermos en una carpa. A mí el nuevo Can Misses empieza a recordarme a uno de esos regalos costosos que en casa pobre venían siempre acompañados del sambenito de «niño no lo toques». Pasado más de un año desde la finalización de las obras, lo único operativo al cien por cien es el atraco del parking. Estos sí empezaron a cobrar en pleno verano y hasta supieron apañárselas para facturar más de los doce euros diarios permitidos por vehículo aprovechándose de las prisas de pacientes y familiares y timando su buena fe. Una eficacia ejemplar a la hora de exprimirnos. El resto es de vodevil, pero con puñetera la gracia. Pacientes poco menos que ´saliéndose por las ventanas´ (si las hubiera), celadores empujando camas del flamante hospital al viejo edificio de hemodiálisis y todo el personal sanitario desbordado y «volando» de un lado a otro. La gerencia del Área de Salud se exculpa por la epidemia estacional de gripe. Por supuesto, es una dolencia exótica y de la que nadie podía prever que provocara un repunte de las urgencias en invierno. Los bacilos no esperan a la mudanza que el Ib-Salut sigue aplazando. Ellos dicen que «por seguridad», pero yo a estas alturas empiezo a sospechar que es para que los nuevos espacios no dejen en evidencia la insuficiencia de medios. Sobre el traslado, los profesionales tienen la última palabra, declara hoy Ignasi Casas en una entrevista. No es verdad. Esa corresponde al Govern y se resume en su obligación de dotar al hospital de todo lo necesario para que pueda cumplir su función asistencial dignamente.