Múltiples voces pitiusas vienen reclamando con insistencia una solución urgente para el desastre de Talamanca. Hace justo una semana, desde esta columna, defendíamos que este tramo de costa, cerrado a los bañistas, requería la proclamación de «zona catastrófica» para así sortear el laberinto burocrático que normalmente implicaría la sustitución del emisario. Esta canalización, según se deduce de los informes técnicos más recientes, tiene el aspecto de un queso gruyere pese a los parches que se le van aplicando. Dos días después, los grupos del Consistorio de Ibiza acordaron unánimemente exigir al Govern la declaración de ´emergencia´, para renovar la instalación de forma inmediata y así evitar bochornos y pestilencias de cara a la próxima temporada.

La respuesta mallorquina llegó de la mano del conseller de Medio Ambiente, Gabriel Company, quien, por mucha mierda que flote en la orilla de Talamanca y de la que él es responsable directo, insiste en demorar la renovación de esta infraestructura por tiempo indefinido, hasta que el Ministerio de Medio Ambiente construya la nueva depuradora; o sea, cuando las ranas críen pelo. Cabe recordar que dicho proyecto, por el momento, no incluye alusión alguna al emisario, circunstancia que también hay que agradecer a un informe de la conselleria de Company, que reduce la gravedad de la situación a unos problemillas de mantenimiento, más apropiados para Pepe Gotera y Otilio que para impulsar una reforma en condiciones.

La reacción indignada de empresarios y vecinos no se ha hecho esperar y se resume en esta deducción coincidente, alcanzada tanto por el presidente de la Federación Hotelera, Juanjo Riera, como por el de los vecinos de Talamanca, José Colomar: «Si la avería se hubiese producido en la bahía de Palma, hace tiempo que se habría solucionado». «Es inadmisible que a estas alturas estén con estos cuentos», ha apostillado Colomar. En las fábulas mallorquinas, los pelagatos siempre somos los ibicencos y estos días nos cuentan una tras otra. A la vacilada surrealista del emisario se suma la broma del Ibanat, también dependiente de la conselleria de Company, cuyo gerente, Eduardo Parga, ha sentenciado estos días que no se justifica que Ibiza acapare un helicóptero contra incendios todo el año. Este individuo, asimismo, nos toma por majaderos cuando argumenta que Ibiza, durante la temporada de incendios, dispone de dos veces y medio los recursos de Mallorca y Menorca, en relación a la superficie forestal de cada isla.

Allá Menorca si se traga el cuento de la lechera. A nosotros lo que nos enciende los ánimos es que los medios aéreos de extinción sean cero el resto del año y tengamos que vivir con el permanente riesgo de padecer otro gravísimo incendio como el del pasado abril en es Cubells, que de no cambiar el viento se habría saldado con media isla calcinada. Luego irrumpe el conseller balear de Salud, Martí Sansaloni, para vendernos una colección de perogrulladas impresentables, como esa de que cada día que pasa «los ciudadanos de Ibiza estamos más cerca de tener radioterapia». A este conseller habría que responderle que cada día que pasa también somos más viejos, que el universo está más cerca de la extinción y que, además, son 24 horas menos de tener que soportarle a él al frente de las infraestructuras sanitarias.

Sumemos a la colección de desaires palmesanos el testimonio más reciente del conseller balear de Turismo, Jaume Martínez, que ha declarado «normal» que las compañías aéreas multipliquen por cuatro las tarifas que se ven obligados a abonar los ibicencos que regresan tras pasar fuera sus vacaciones de Navidad. ¿No se ha enterado aún este sujeto de que aquí tenemos un condicionante llamado insularidad, que implica un agravio comparativo con respecto a los ciudadanos del resto del Estado? Si observa nuestros problemas y preocupaciones como algo «normal», que se marche a casa y deje la poltrona a alguien interesado en solucionarlos. Podríamos continuar con el Centro de Interpretación de ses Salines, cerrado por capricho de Mallorca pese a estar terminado desde hace meses, los vergonzantes guiños a Matthias Kühn y otras polémicas igualmente humillantes.

Mientras tanto, contemplamos con tristeza cómo nuestros gobernantes agachan sistemáticamente las orejas y se dejan avasallar. Basta ya de contemporizar con los atropellos del Govern. Si ciertos senadores de Balears pueden plantar cara en Madrid y votar en contra de las prospecciones, con el consiguiente cabreo de los mandamases nacionales de su partido, aquí habrá que hacer lo mismo con respecto a Mallorca.

Hay muchas formas de ejercer presión, aparte de protestar públicamente con contundencia contra Bauzá y sus acólitos, cosa que nadie ha hecho aún. Se puede empezar, por ejemplo, por declarar persona non grata al señor Company en nuestros ayuntamientos o amenazar con que los diputados ibicencos del PP van a votar en contra de toda iniciativa que el Govern presente en el Parlament€ Y así hasta que arreglen el emisario, se pongan las pilas con la radioterapia, etcétera. Por respeto a los ciudadanos de Ibiza, hay que responder a tanto desaire.