Julio Caro Baroja decía -tal como he recordado en alguna otra ocasión- que nuestro país no es respetuoso con el pasado, sino más bien un Saturno devorador de sus propios hijos a los que, en la versión propia, suplanta por otros imaginarios, y a cuya invención se debe, paradójicamente, el carácter tradicionalista que se le atribuye. Desde luego, esta visión se adapta al panorama cultural institucionalizado hoy en Ibiza en lo que se refiere a la indumentaria y joyería de carácter popular. De hecho, desbordaría los límites de este escrito la simple enumeración de todos los obstáculos con que viene enfrentándose la recuperación etnohistórica de antiguos trajes y joyas, basada en la consulta de testamentos, inventarios de bienes y otros documentos, tanto escritos como gráficos, de nuestros lejanos antepasados.

Y es que, a diferencia de lo acaecido a comienzos del s. XX, cuando ibicencos tales como Pere Marí Cala o el mismo Narcís Puget hicieron gala de unos saludables criterios científicos (en concordancia con la llamada Edad de Plata que les tocó vivir), las áreas del Consell e instituciones locales representadas por la actual concejala de Cultura, Lina Sansano, vienen siendo responsables de un inadmisible retroceso cultural que arranca de la propia base o metodología.

Nada más explícito que recordar, por ejemplo, la surrealista situación, todavía latente, en la que pretendió cuestionar, y hasta negar, la conjugación de las distintas fuentes documentales con que me doctoré, sirviéndose para ese fin de la información oral (cuyos límites temporales, ya en principio, no pueden alcanzar esas profundidades históricas!). Llegando a alzarse para ese propósito, con más que dudoso gusto, como portavoz de mi mismo núcleo familiar, en función de su conocida relación amistosa con uno de sus miembros (soslayando, además, el requisito de imparcialidad u objetividad de todo informante).

Como si los límites insulares proporcionaran el poder absoluto de viejos tiempos, se obvian también todos los respaldos científicos de estas nuevas vías de investigación. Bien intentando rebatir apreciaciones del más alto nivel, como las emitidas por A. Cea, profesor de Investigadores del CSIC. O hasta anulando las disposiciones de otros profesionales de análoga altura, como las del profesor de la UAB, Joan Bestard, cuando, en su calidad de director de una específica Beca de Investigación, informó sobre la necesidad de publicar los excelentes resultados, de organizar con ellos una exposición y de darles continuidad.

De todas esas disposiciones tan sólo se aceptaría esa última, prescindiendo de su valiosa dirección y optando, en cambio, por la de Cristina Palau (sobrina del entonces presidente y estrecha colaboradora de Lina Sansano), y cuya elección ya suponía una inversión de papeles, referente a los de director y becario. Es más, dicha continuidad, cual elegante disfraz, vendría a impedir el acceso a cualquier otra beca del Consell, como la convocada en 2006 y que, sorprendentemente, podía entenderse como la tercera dedicada a la indumentaria tradicional.

Según me explicó, ante mis requerimientos, el entonces conseller de Patrimonio, Joan Marí Tur Botja, tal beca, propuesta por su departamento, se planteaba conceptual y metodológicamente diferente, al tiempo que me animaba a probar suerte en esa para mí ya inaccesible vía de trabajo, mejor retribuida e incluso compatible con otra actividad laboral. Curiosa y precisamente, dicha beca se concedería a Vicent Marí Tur Botja, hermano del propio conseller, bajo la dirección de Lina Sansano, y sería publicada en el año 2009, con una inusual o extraordinaria ostentosidad, por Marià Torres, como libro de protocolo de la referida institución€

Por el contrario, tan sólo gracias a haber proseguido la investigación sin apoyo institucional alguno y de obtener así el Premi Vuit d´Agost (cuyas bases estipulan la publicación de la obra ganadora) ha sido posible que el Consell difundiera monográficamente ese nuevo estudio, aunque fuera, según me aseguran, con una exigua edición de 300 ejemplares. Mientras tanto, el caudal de información recogido en los años 2003 y 2005 ha quedado tras esos muros institucionales como inversión perdida y claro reflejo de una prepotente y saturnal actitud. Aquella que, quizá como escudo protector para sus propias limitaciones, dificulta que incida en otras ramas del saber, en las exhibiciones folclóricas y, consiguientemente, en la cultura del propio pueblo ibicenco, el acervo cultural, rico como pocos, que en el campo de la indumentaria y joyería tradicional ha sacado a la luz la ardua y profusa consulta documental.