Aún no sé muy bien cómo funcionan ni si ganan mucho, pero circulan por internet unos cuantos emprendedores, bastantes, que se dedican al singular negocio de proporcionarte, a un módico precio, lo que podríamos llamar ´seguidores ful´ para tu cuenta de Twitter. Es decir, si consideras que a tu ego, a tu profesión o a tu oficio le va a venir bien tener muchos followers (o sea, seguidores), puedes engordar de forma ficticia tu cuenta de Twitter recurriendo a alguna de las páginas que ofrecen estos servicios y comprarlos a granel como si fueran nueces.

Puedes encontrar packs de 2000 seguidores por 16,99 euros. Y ofertas de 10.000 por 160 dólares.

A los que nos dedicamos al periodismo no es extraordinario que, alguna vez y a través de las redes sociales, nos ofrezcan directamente alguno de estos packs de ´amigos´ postizos paraTwitter o Facebook. Supongo que a los políticos les ocurre igual.

Y ahora es cuando entran los políticos en esta historia, porque si yo me he pasado un rato tirando del hilo de los ´seguidores ful´ no ha sido porque me hayan ofrecido uno de estos packs para tuiteros, sino porque un amigo, que, sorprendentemente, siempre encuentra tiempo para trastear por losTwitters ajenos, ha descubierto, en sus trasteos, que hay algún que otro político ibicenco, y alguno en primeros puestos de salida para las próximas elecciones, por afinar, que al parecer ha caído en la tentación de comprar followers para engrosar su cuenta de Twitter y parecer más molón.

Y sí, efectivamente, mi amigo se ha dado cuenta enseguida porque se nota. Y mucho. En el caso del político que usaremos de ejemplo, el proceso para descubrir a sus seguidores comprados ha sido tan fácil como ir a su relación completa de seguidores e ir bajando en la lista. De pronto, empiezan a aparecer toda una serie de perfiles sospechosos, todos ellos con nombre turco (los turcos deben estar en oferta, como las pasas) y con la parte superior, la foto de encabezado, en color azul (es decir, sin foto alguna).

Hay imágenes de esas personas, sí, pero vete a saber si existen o si son fotografías robadas por internet. Estas cuentas no tienen mucha actividad, claro, y tampoco interactúan con nuestro político, que, que sepamos, el turco ni lo chapurrea.

Hay que decir que el hombre, y acabo de dar otra pista, ha intentado hacerlo con tiento y discreción, porque ha sorteado la tentación de hacerse de repente con 10.000 amigos zombies (no me lo invento yo, los llaman así) y parece que sólo ha comprado un par de tandas por decenas, como para sumar, a grosso modo, unos 70.

No sé si pensaba ir comprando más, así, con prudencia, a medida que se acerquen las elecciones, pero igual le acabamos de jorobar el invento.

A mí, si lo pienso, me da hasta pena que alguien mida sus expectativas de éxito comprando seguidores postizos para las redes sociales, sobre todo porque puede llegar a engañarse a sí mismo sobre sus posibilidades. Y porque puede cometer el error de centrar su trabajo en Twitter en lugar de hacerlo en la vida real, y de confundir seguidores con votantes.

Lo más triste de todo esto, por lo demás bastante gracioso, es que demuestra una vez más que, al final, hay quienes creen que también en política es preferible la cantidad a la calidad. Y si empezamos comprando zombies en las redes sociales ya podemos prever que la campaña hacia las elecciones del mes de mayo va a ser tan dura como extravagante. Que Dios nos pille confesados.