Parece mentira que las administraciones permitan que Talamanca lleve tantos años en un estado tan lamentable. El emisario tiene más agujeros que un queso gruyer y suelta de todo menos agua bendita. Además, fondean barcos como en el resto de la costa, como les sale de la proa. Y debe ser complicado controlarlos, porque esto ya es endémico... En fin, que el turismo va bien, el sector privado carbura como nunca pero las administraciones se tocan los bajos a un ritmo tan cadencioso que provoca ansiedad. Nada se hace a tiempo, cuando toca. Y hay que repetirlo: están jugando con nuestro futuro... Pero ya nada sorprende, y eso es lo peor. Porque no sólo sufrimos el caso de Talamanca: no llega un duro de financiación, ni de Madrid ni de Palma (deberíamos arrejuntarnos con Andorra, que tiene mucha pasta, aunque sea negra. ¿Alguien tiene el teléfono de algún Pujol?); la radioterapia llega tarde y será privada (una indignidad, vamos), a nuestro representante del Estado, el director insular, hombre cabal y honesto, le chulean desde Mallorca y tiene que dimitir... Y aunque hay pasta, porque estas islas generan un potosí, seguimos sin depuradora nueva, la conexión de las desaladoras se hará con pajitas (al tiempo), la ampliación del Palacio de Congresos será una carpa que prestará la Autoridad Portuaria y la promoción turística la haremos a gritos y con postales color salmón. Luego quieren que confiemos en los políticos. Lo que nos piden es un auto de fe. Y a estas alturas va a ser que no...