Justo el día en que empezaba la reforma del puerto de Ibiza el Colegio de Arquitectos denunció defectos en la tramitación del proyecto y exigió que no se toque una piedra hasta que se atiendan las recomendaciones de la Comisión del Patrimonio y del Pepri. Es posible que tengan razón, aunque la Autoridad Portuaria dice todo lo contrario y les acusa de mentir. Lo que no ofrece dudas es que este proyecto lleva décadas gestándose y que desde entonces han pasado presidentes de la APB y gobiernos de diferente color tanto en el Ayuntamiento como en el Consell, y que todos ellos tuvieron oportunidad de estudiarlo a fondo. Sólo los técnicos de las administraciones es posible que, en su mayor parte, sigan en sus puestos. Llegados a este punto y tras matizar que la obra se iba a iniciar hace un año pero se pospuso para analizar el problema del aparcamiento, me pregunto cómo es posible que estas presuntas irregularidades y que la posible afectación al patrimonio (todavía no sé en qué medida) hayan pasado inadvertidas a tanta gente cualificada. Lo que sucede ahora podría pasar por un titular de hace diez años sobre el mismo proyecto o más antiguo, si cabe, por la construcción del dique. El problema es que desde entonces se han negociado y estudiado todos los detalles hasta la extenuación, según los implicados. ¿A quién debemos creer en esta historia de nunca acabar, en este culebrón interminable?