La televisión pública balear IB3 sirve al partido que gobierna. Lo denuncia, como siempre, el partido que no gobierna y quiere gobernar, a día de hoy el PSIB-PSOE. Ahora dicen que Ruiz y Gómez tienen un cortijo con IB3, algo tan claro como lo fue cuando lo tenían ellos. Como siempre, el partido que no gobierna promete convertir la TV pública en un prodigio de neutralidad informativa, en manifiesta contradicción con lo demostrado en cada ocasión que controla IB3 desde el Govern. Que el PP utiliza IB3 para sus propios fines es una evidencia idéntica a que el PSIB-PSOE hace lo mismo cuando la tiene a mano. IB3 sirve a los partidosde Baleares como una de esas tarjetas black que han puesto de moda los políticos: con IB3 se hacen la propaganda gratis a costa del personal. El misterio es por qué creen en el PSIB-PSOE que pueden tomar el pelo al votante indefinidamente con declarar que hay que hacer de manera contraria a como hacen ellos cuando ocupan el poder: fomentando con los suyos en los puestos de control del ente una opinión pública favorable a su ideología e intereses desde medio tan poderoso como es la TV.

Los partidos se han enviciado en lo de la TV pública, como en tantas cosas, a jugar con dos barajas: la de hacer oposición y la de cuando mandan. Ven los efectos perniciosos del manejo de la TV por un partido, lo denuncian, y dejan de tenerlo en cuenta cuando les toca a ellos. Lo que comenzó como hipocresía ha llegado al nivel del cinismo. En Ibiza también tiraron dinero público para empezar una TV local. Hay que agradecer a la crisis que dejara el monstruo en la cuneta. De no ser por ella pagaríamos otra TV política para satisfacer un antojo de Pilar Costa: que al abrir su habitación del hotel los turistas oyeran catalán aún sin entenderlo. Como para que hicieran oído.

Mucho hablan de oír a la calle para incluir propuestas en su programa y se muestran sordos al clamor de que paren de dilapidar el erario en algo tan ajeno a la democracia como que el poder controle los medios. En esto se parecen como dos gotas de agua a su denostado Franco.

Solo que él jugaba con una sola baraja. Pero ya están ahí los de Podemos que anuncian querer imitarlo también en ese extremo. O la demostración de la TV pública catalana con su tratamiento monocolor del asalto al Estado por los gerifaltes de la Comunidad, un reflejo del horror a la disidencia genuino a todo déspota.

El respeto de la calle a los partidos políticos está bajo mínimos por una falta de credibilidad ganada a pulso. El despropósito de las TV públicas lo explotan y lo perpetúan ellos: con datos de la CNMC, las subvenciones al sector audiovisual en 2014 fueron de 1.977,90 millones de euros.

Juegan sucio en el tema a costa de ese despilfarro colosal de los impuestos. El mejor servicio a la sociedad y a lo que les quede de dignidad que podrían hacer los partidos sería dejarse de cuentos y condenar a las TV públicas a desaparecer.