Las resoluciones emitidas durante los dos últimos días por el Tribunal Superior invalidando el modo en que se ha cocinado el TIL y la forma utilizada para servirlo a la comunidad docente y al conjunto de la sociedad, han descolocado por completo al Govern. Sus reacciones sobre el particular no dejan lugar a dudas.

No es tanto que el Ejecutivo autónomo, en el fondo, esperara resoluciones favorables, sino que, como queda acreditado por su reiterada reacción, no admite más criterio, planteamiento o mandato que el suyo. De este modo el Govern Bauzá se dispone, peligrosamente, a sobrepasar los lindes del desacato a la Justicia. De momento, actúa ya como un consumado exprimidor de recursos procesales.

En vez de entregarse a la gestión práctica y consecuente de un archipiélago plagado de problemas y necesidades, el Govern opta por tensar al máximo las cuerdas del equilibrio institucional y del juego de poderes, con el desprecio al estado de Derecho y la afrenta al sistema democrático que ello comporta. También puede entenderse como una provocación -la protesta brota a diario de una forma u otra- y un estímulo para la contestación.

Nada edificante, todo junto. Y eso que estamos hablando de cuestiones vinculadas de lleno al sistema docente que se aplica en Balears y de valores educativos. Casi nada. En estas condiciones, las palabras de la portavoz Núria Riera en el sentido de «transmitir un mensaje de tranquilidad a las familias» se vuelven huecas y pierden todo el contenido de su significado.

El Govern ha recibido en dos días siete resoluciones del TSJB en contra de su forma impuesta para aplicar el TIL. A él no le preocupa, pero sí lo hace a una sociedad que ya no sabe qué hacer para impregnar el sentido y la práctica del diálogo a quienes deberían estar interesados en ejercitarlo de forma preferente. Al día siguiente de que la sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJB dictara tres sentencias invalidando el decreto del TIL, emite otros cuatro autos suspendiendo de forma cautelar la orden de Educación para su aplicación. Ante ello, el Govern concentra todos sus esfuerzos y medios sobre el inmovilismo.

Acata como mero formulismo, discrepa y reitera su entrega a la práctica del recurso. Hacerlo, con insistencia y rutina también puede ser un vicio. Una deformación en la que se diluye la adecuada dimensión de la realidad y la obligación de rendir cuentas a la ciudadanía.

De no ser así, el presidente no estaría parapetado detrás del silencio, ni la consellera bajo obediencia de silencio y esperando un relevo sobre el que crecen los rumores. En manos de Núria Riera queda la exclusiva de emitir los mensajes del Govern aun sin lograr transmitir el estado de tranquilidad y normalidad que pregona.

Los hechos han sobrepasado a las palabras. Y a los silencios. Lo ha dicho el tribunal en los autos al señalar que la circunstancia de que las sentencias del día anterior no sean firmes no modifica la realidad de que el decreto «ha sido objeto de ponderado examen de validez con un resultado que no se puede ignorar». El recurso tiene argumento de vía estrecha.