Durante los últimos años hemos expuesto en reiteradas ocasiones nuestro punto de vista respecto a esta infraestructura y, finalmente, el tiempo nos ha dado la razón (más que a un santo). Ese agujero con pretensiones es cualquier cosa menos una estación de autobuses, y no lo digo yo (pobre de mí), ni tampoco ningún prestigioso técnico internacional consultado para emitir un acertado y concluyente informe. Ahora, muchos años después, es el propio Ministerio de Fomento quien lo dice, corroborado, todo ello, por la totalidad de técnicos del Consell. De sus informes se desprende que para que el Cetis sea considerado una estación de autobuses habría que hacer profundas y estructurales reformas y gastarse mas de 1,5 millones de euros y, encima, nunca llegará a tener la cabida suficiente para todos los autobuses, pues es pequeña, siendo su diseño muy deficiente y anómalo.

Y ahora qué, se plantean muchos residentes en Vila. ¿Quién arregla esto? ¿Quién paga esto? ¿Quién usa ´eso´?

Creo que cuando al alcalde de la época y a otros se les ocurrió aprobar ese agujero en 2004 deberían haber dejado de lado sus ambiciones personales, su revanchismo, su inutilidad, y haberse planteado lo que de verdad necesitaban los ciudadanos. Cuando alguien transforma por arte de magia 4.000 metros de instalaciones deportivas en 40.000 metros de pelotazo urbanístico, al menos debería haberlo hecho medianamente bien para evitar que un ciudadano decidido y con los recursos suficientes haya conseguido, simplemente, que se cumpla la ley. Así de sencillo. Cuando una colección de individuos se confabula ante intereses espurios para enriquecerse o sencillamente vengarse, basta con aplicar la ley y el sentido común para que pasen este tipo de cosas. Menos mal del paraguas del Estado de derecho.

Pero no todo es culpa de los que idearon y refrendaron el invento. Han hecho falta otros colaboradores necesarios: las últimas alcaldesas y sus adalides han seguido manteniendo el error y profundizando la agonía. Queda por ver la actitud de la actual ante este demoledor informe.

Qué fácil hubiera sido para ellas corregir el error de sus antecesores y buscar una salida legal y sensata a esta situación. Cuántos intereses personales habrán querido tapar con esas decisiones y cuánto esfuerzo y dinero habrían ahorrado a los contribuyentes si hubieran actuado como se espera de ellos, defendiendo el interés común. ¿Y ahora qué? Ya sabemos que, a instancias de otros, un fiscal está investigando la concesión y todos los pasos dados en la compleja problemática del Cetis; sabemos también que tanto el Ministerio de Fomento como los técnicos del Consell no la consideran una estación. En definitiva, ahora que sabemos que el edificio, salvo para uso institucional, es un fracaso pues está vacío, ¿qué hacemos?

En mi opinión, gastarse más millones de euros para seguir teniendo una estación insuficiente es ridículo y antieconómico. Deberían buscarse salidas comerciales a esa infraestructura, porque las hay. Y con ese presupuesto hacer una estación de verdad, en superficie, con el único objetivo de servir de estación de autobuses y no de excusa para un pelotazo urbanístico. Todo hubiera sido mucho más sencillo y fácil desde el principio si un alcalde hubiese actuado pensando en el bien general de sus conciudadanos y no en sus propios intereses.