No abunda el buen ánimo, en general, ni el optimismo, ante el inicio del curso escolar. El nuevo ciclo empieza incluso con peor perspectiva que el anterior porque se ha instalado en la sociedad civil una actitud de cansancio sobre un conflicto educativo enquistado y prolongado que, a estas alturas, ya no tiene sentido alguno y que ni alumnos, ni padres, ni profesores, se merecen, pero todos padecen.

Pese a que se ha solicitado con insistencia, desde los más diversos foros, pocos dan un paso adelante para desbloquear el conflicto y los escasos que se producen acaban en la nada, en mera declaración de intenciones y buena voluntad que estalla frente a la cerrazón del Govern y de una parte sustancial de la comunidad docente. Tal situación es improrrogable. Debe desbloquearse de una vez por todas, porque, de lo contrario, dos cursos seguidos de conflictividad acabarán provocando excesiva mella en el estímulo profesional del profesorado, el proceso formativo de los alumnos y sobre la necesaria complicidad de los progenitores.

Las asambleas de profesores -que cada vez reúnen a menos docentes porque el cansancio y el desgaste también hacen mella en ellos- han acabado apoyando, excepto en Ibiza, una nueva jornada de paro para el próximo día 15, nada más iniciarel curso 2014-2015 y mantienen la amenaza de reactivar la huelga. Se habían mostrado predispuestos a desconvocar estas movilizaciones si, decían, apreciaban actitud de diálogo por parte del Govern. La respuesta de la conselleria de Eduación ha sido la de mantenerse firme en sus posiciones y concluir que cualquier negociación debe pasar, invariablemente, por la admisión de sus previsiones de aplicación del trilingüismo.

Es una forma de amagar la falta de voluntad de consenso. A estas alturas tal posición no se sostiene porque, a lo largo del exagerado proceso de conflictividad, por lo menos ha quedado claro que no se discute la implantación del trilingüismo, sino su forma de aplicación y la eficacia de los medios disponibles. Cuando el presidente Bauzá ha acusado al profesorado de volver a plantear la huelga porque no les preocupan los niños, no ha hecho otra cosa que echar leña al fuego. No cabe utilizar a los escolares como rehenes, por ninguna de las partes. También podría decirse de Bauzá que no le precocupan los niños ya que, una y otra vez, se niega a tender la mano al diálogo. La inflexibilidad y la incomunicación no es el camino a seguir.

La situación es grave y la sociedad parece haber tomado clara conciencia de ello. La prueba está en que, una vez fracasado el proceso político, se están estructurando plataformas y colectivos que tratan de a llevar adelante lo que es una clamorosa necesidad y la Administración y determinados colectivos docentes son incapaces de lograr: diálogo y entendimiento a través del consenso entre quienes no deberían mirar más allá de la eficacia y la calidad del sistema educativo.

Las asociaciones de padres subrayan que es el Govern el «culpable» de la conflictividad existente en la enseñanza de Balears, pero están convencidas de que «una huelga no hará que rectifique». Tanto las APA como las asociaciones de directores de centros han pedido que se acaben los paros y comience el trabajo marcado por la colaboración efectiva. La contratación de 200 nuevos profesores interinos para el próximo curso es un buen punto de partida que debería tener su continuidad en la recuperación de los programas en contra del fracaso escolar en Balears -tristemente líder en esta materia- y en el avance hacia el equilibrio real de los equipos docentes, la reducción de las ratios y tantos otros aspectos que requieren esfuerzos conjuntos. La entrada en vigor de la nueva ´ley Wert´, que comenzará a aplicarse este curso, es otro de los factores que obligan a establecer este diálogo que la sociedad reclama insistentemente en un campo tan sensible y trascendental como es la educación.