Siempre explico una de las claves secretas del éxito de Ibiza y suelo hacerlo en mi estilo llano, porque quienes escribimos en los periódicos -salvo ciertos destellos de artillería o de puro artificio- nos hemos de hacer accesibles a la comprensión básica. El periódico se lee de pie en una barra, haciendo equilibrios con la gota de aceite de la tostada o se lee en un autobús o en el metro, o en un barco en la zona cero del mareo.

En resumen: el gran secreto de éxito de Ibiza es que todos los ambientes estaban mezclados. Clases sociales, condición sexual, nacionalidades y razas: Ibiza era una mezcla excitante que casi siempre facilitó la creatividad, incluso sin disponer de un mercado. Melting Pot.

Esto se ha perdido en gran parte. Recuerdo como una de las obsesiones del recordado Vicente Ribas Ribas, que adoraba retratarse con famosos que venían a Ibiza. Su narcisismo compulsivo venía compensado por su altruismo, pues de hecho era un buen relaciones públicas de Ibiza y esto beneficiaba a todos. Vicente tenía pánico a que Ibiza se convirtiera en una Marbella, la costa del famoseo español no demasiado vulgar ni demasiado pacífica, llena de jeques, mafias y de petardas. Bueno, él se ha librado, en Gloria esté, pero Ibiza no. Uno de los grandes culpables fue la escandalera corrupta de Jesús Gil y el consiguiente ruido del Cachuli pantojiano, que ahuyentaron al famoseo.

Con todos los respetos, Raquel Bollo, la Pantoja están bien para el aire provinciano y alegre de Marbella, pero no para una Ibiza internacional, viciosa del glamour, escenario de Paris Hilton o de Madonna. Aun cabiendo todos, son diferentes registros.

Que nadie se enfade. No hablo de la buena gente del lugar. Los lugareños siempre quedamos al margen, sean los salados malagueños o los calcáreos ibicencos. Los lugareños no contamos para nada y nos enteramos de estas cosas por la revista Hola o los telediarios.

Que Ibiza ya es como Marbella lo confirma que me entero de los robos de relojes de lujo viendo las noticias en Euronews. Ibiza, una vez más, sale preñada de chorizos, mafias, putillas, putonas, drogas, universo evanescente y escandaloso del mundo gay.

Quiero decir, en resumen: todo lo contrario de lo que era Ibiza en los años 60 y 70: todos mezclados, gays, heteros, británicos, africanos, escritores, pintores, amparados en una discreta capa de cultura, arte y música asimilable por un cerebro normal.

Esta batalla la hemos perdido, creo. Los escándalos de Gil y Cachuli nos mandaron para acá a la gente del famoseo y a las mafias. No confundir con la duquesa de Alba, una ibicenca más, o al irritado Jesús Aguirre, entonces duque consorte, ante los devaneos de las princesas falsas.

Ibiza ahora lo engloba todo, pero en compartimentos estancos. Con paparazzi y cámaras. Famoseo vulgar. Ibiza es menos Ibiza, créanme, por muchas lucecitas que encendamos para salir en la procaz Tele5 y otras cadenas de la telebasura.