Las playas de Ibiza reciben en verano una afluencia tan masiva que en muchos casos se ha convertido en un verdadero problema de gestión pública y en otros supone, además, un grave riesgo. Tanto las más populares como otras mucho menos conocidas y más recónditas soportan avalanchas desmesuradas de vehículos que desbordan la capacidad de las vías de acceso y de los estacionamientos previstos, cuando los hay, porque algunos insensatos aparcarían en la misma orilla del mar si tuvieran forma de llegar hasta allí. El resultado suelen ser agresiones incontroladas a parajes protegidos, frecuentes destrozos en propiedades privadas y demasiadas situaciones de peligro para el tráfico, para la seguridad de las personas en caso de emergencia y para el entorno. La situación de Cala d´Hort, que Diario de Ibiza denunciaba el lunes, es uno de tantos casos, pero ni mucho menos el único. Los ayuntamientos se resisten a establecer restricciones de acceso porque son medidas impopulares que cuesta hacer cumplir, pero tampoco adoptan medidas alternativas para regular las riadas de vehículos o para ordenar el tráfico. De este modo son frecuentes los colapsos de circulación y los bloqueos temerarios de caminos y carreteras hasta convertir las playas en ratoneras. El incendio forestal de Benirràs en 2010, que dejó atrapadas a 1.500 personas y carbonizó decenas de vehículos, debería haber servido como lección y como ejemplo para todos los ayuntamientos, pero por lo visto no ha servido de nada. No escarmentamos.