El PP de Ibiza ha dado finalmente con una candidata óptima para asumir ahora la alcaldía de Ibiza. Virginia Marí Rennesson, situada en el número 14 de la lista electoral, en uno de los puestos de relleno, era sin duda su mejor baza. Tan buena que no se entiende cómo la dirección del partido no había recurrido a ella muchísimo antes. Como gestora de una institución pública aún lo tiene todo por demostrar, pero en su comparecencia de presentación del pasado viernes ya mostró más talla política que sus dos predecesoras y el resto del grupo que ha gestionado el Ayuntamiento desde 2011.

Virginia Marí tiene las cualidades necesarias para ejercer como alcaldesa y otras que le vendrán muy bien para salir airosa del difícil reto que asume: sabe cómo funciona la Administración, tiene carácter y empuje, es decidida, no está contaminada por las intrigas partidistas y llega libre de ataduras. Aunque carece de experiencia propia en la gestión política, conoce bien el percal porque desde joven lo vivió muy de cerca a través de su padre, el carismático expresidente del Consell Antonio Marí Calbet. Y además restablecerá la colaboración con la exalcaldesa Marienna Sánchez-Jáuregui y Lina Sansano, con las que mantiene una excelente relación; las dos concejalas que abandonaron el PP de mala manera tendrán a menudo la llave de la gobernabilidad del Consistorio y le facilitarán las cosas. A Pilar Marí, en cambio, le hubieran hecho la vida imposible sin ningún miramiento.

El PP ha logrado un buen relevo para la alcaldía. Al menos por ese lado el partido ha recuperado el buen juicio que le faltó en otros momentos. Sin embargo, Virginia Marí tendrá que trabajar con un equipo de circunstancias, improvisado a toda prisa y muy limitado en sus posibilidades, que condicionará toda su actuación. Por tanto, es una buena solución solo a medias.

Desde la estricta lógica de partido y del control de la organización, la expulsión del Consistorio de los ediles rebeldes era la decisión más apropiada, aunque solo el futuro dirá si ha sido también la que más convenía al Ayuntamiento y a la ciudad a solo diez meses de las próximas elecciones. De momento, la salida de la alcaldesa y los otros tres concejales dimitidos habrá tenido un mes descabezado el gobierno municipal y bloqueados importantes departamentos en plena temporada de verano, cuando la avalancha turística lo desborda todo y exige a los responsables públicos una actuación resolutiva, ágil y eficaz.

No deja de ser paradójico que la dirección del PP haya tolerado durante varios años la caótica gestión del Ayuntamiento de Ibiza sin intervenir ni hacer uso de su autoridad para sustituir a los incompetentes, y en cambio reaccione ahora con la mayor contundencia por una indisciplina ante decisiones de partido más que discutibles.

Desbordado por los acontecimientos de las últimas semanas, el PP ha demostrado además una enorme desconfianza hacia el PREF, su socio electoral. Aunque los ediles renovadores renunciaron desde el primer momento a la alcaldía y anunciaron su apoyo al candidato que designara el PP, se han sentido ninguneados y despreciados. Los agrios enfrentamientos dialécticos que han mantenido el presidente insular de los populares, Vicent Serra, y el concejal Nacho Rodrigo, son una buena prueba de que las relaciones entre ambas formaciones también han salido malparadas.

El PP ganó holgadamente las últimas elecciones municipales y recibió el mandato mayoritario de los electores para administrar el municipio. Esa misión primordial debe quedar siempre por encima de las conveniencias ocasionales del partido o de sus líderes. De ahí la importancia de que asuma con dignidad la recta final de este convulso mandato y no traslade a otros una responsabilidad que no les corresponde. El golpe de autoridad del presidente regional, José Ramón Bauzá, acabó con el conflicto originado por la rebeldía de los cuatro ediles y restableció la disciplina quebrantada, pero no puede decirse aún que la crisis esté resuelta, porque la verdadera crisis del Ayuntamiento de Ibiza no afectaba al PP, sino a los ciudadanos; no era el enfrentamiento entre concejales y dirigentes, sino la inoperancia y la ineficacia que ha sufrido el municipio durante los tres últimos años. Este y no otro es el verdadero desafío al que tendrá que enfrentarse Virginia Marí.