Oriol Junqueras, el líder independentista de ERC, manifestó el pasado miércoles que Esquerra Republicana de Catalunya trabaja en el diseño de diversas alternativas para mantener vivo el proceso independentista si la consulta del 9 de noviembre, negada por ilegal por el Gobierno español, no puede celebrarse. Preguntado por tales alternativas, se negó a describirlas. «Una cosa es tenerlas y otra es explicarlas», dijo en declaraciones a Catalunya Ràdio.

Hasta ahora, los republicanos se habían negado rotundamente a manejar otra hipótesis que no fuera la consulta.

Eran -son sin duda- conscientes de que hacerlo sería una muestra de debilidad y el principio del fin de un reto al Estado que a la fuerza tenía que terminar en el desaire de quienes pretenden un referéndum que no puede celebrarse porque no cabe en el marco constitucional, al que Cataluña pertenece explícita y voluntariamente.

Ante esta claudicación aparente, que ha adquirido enseguida relevancia política, muchos se preguntan si la resistencia impasible del Gobierno ante las estridencias y los preparativos de la Generalitat catalana no ha terminado minando la resistencia de los nacionalistas y, en definitiva, no ha comenzado a deshinchar el soufflé, relleno de la más pura vacuidad. Sería un rapto de cordura que habría de ser administrado con gran generosidad.