Desde ayer, los especialistas de siete servicios hospitalarios atienden a sus pacientes en los flamantes consultorios del nuevo hospital Can Misses. Es un estreno muy limitado, lo justo para poder decir que se han cumplido los compromisos, porque hasta después del verano no habrá allí enfermos ingresados, ni intervenciones quirúrgicas, ni atención de urgencias, ni radiodiagnóstico ni laboratorios... nada, en fin, de lo que es verdaderamente sustancial en la asistencia hospitalaria. ¡Con lo bien que hubiera venido tenerlo totalmente operativo para hacer frente a las insuficiencias estivales! Pero cuando se trata de instalaciones sanitarias, en las que se juega la vida o la salud de muchas personas, tampoco es cuestión de precipitarse y abrir sin las debidas garantías. Un par de meses más tampoco ensombrecerán la puesta en marcha de un equipamiento tan imprescindible y anhelado, que dignifica la atención sanitaria en las Pitiusas.

El nuevo Can Misses llega tarde porque ya era una necesidad imperiosa para Ibiza y Formentera hace casi una década, pero aun así es un éxito colectivo del que todos podemos sentirnos orgullosos, especialmente quienes desde la primera línea de la responsabilidad política supieron remover resistencias e incomprensiones para que hoy sea al fin una espléndida realidad. En este momento, disputarse las cuotas del mérito en vez de congratularse por la aportación complementaria de cada uno es un ejercicio estéril. Estoy seguro que a los gestores de nuestra sanidad pública se les juzgará más por la calidad de la asistencia que preste el hospital a partir de ahora que por haber sido quienes han tenido la oportunidad de cortar la cinta inaugural.