Aunque el Govern balear se niega a admitirlo, la aplicación del Tratamiento Integral de Lenguas (TIL) en los programas lectivos de la enseñanza en Balears ha supuesto un verdadero problema. Toda una convulsión, principalmente por precipitación y escasez de medios, que deja seriamente dañado el curso escolar 2013-2014 y desalentada a la comunidad docente. Sobrarían ejemplos para demostrarlo. Todas las familias con hijos en edad escolar y los profesionales del ramo, podrían aportar su propia experiencia en este sentido. El desconcierto ha llegado a ser tal, que el Govern, en último extremo, se ha visto obligado a variar el rumbo. De manera amortiguada y camuflada, pero una corrección en toda regla, por mucho que se vista de flexibilidad por parte de la Administración.

Educación ha cedido cuando se ha visto en un callejón sin salida y en el momento en que las presiones de muchos sectores, incluidos algunos propios y relevantes del PP, le han obligado a ello. Es una lástima que lo haya hecho tarde y mal, prescindiendo del consenso y del asesoramiento profesional desapasionado. No hay que olvidar que aquí lo que se discute no es el TIL en cuando a su definición y objetivos, sino la forma de aplicarlo, los tiempos y los medios disponibles. Nadie discute la conveniencia de aprender inglés y en inglés, sino la forma abrupta que se ha querido imponer para acabar forzando a los centros a sobrevivir como han podido. A trancas y barrancas casi todos, mientras la comunidad docente y la calle seguían reclamando cordura.

El último movimiento de piezas ha consistido en aprovechar la aprobación del reglamento del TIL por parte del Consell Escolar, y más en concreto un acuerdo alcanzado entre las dos principales patronales de la enseñanza concertada, para permitir que se rebajen de siete a cinco las horas de inglés en la ESO, al tiempo que abría la puerta a la ampliación del horario de materias impartidas en catalán.

El gran error de esta rectificación, que a todas luces sigue siendo insuficiente, ha sido no incorporar al acuerdo a la enseñanza pública. El Ejecutivo autónomo continúa preso de excesivas manías y planteamientos ideológicos, aunque desde su punto de vista ese es justamente el problema de quienes discrepan de sus alternativas. En las aulas no está la oposición, sino los profesionales de la educación, aunque haya sectores obviamente ideologizados en sentido radicalmente opuesto a los planteamientos de quienes respaldan a Bauzá. Pero mientras no sea escuchada y respetada la mayoría, persistirán los problemas.

La confusión y la ambigüedad se mantienen. El presidente Bauzá afirmó hace unos días en el Parlament: «Una educación de calidad, pública y en catalán no es nuestro modelo». A pesar de que después fue matizada, la aseveración es muy desafortunada y en nada ayuda a levantar esas «autopistas de la educación» que prometió en campaña electoral y al comienzo de la legislatura. Es, en todo caso, un rumbo equivocado porque resulta excluyente antes que integrador y se queda en la cuneta del interés general al que está obligado a servir cualquier gobernante. Aunque sea salvaguardando sus propios planteamientos ideológicos.

Vista la querencia reiterada, habrá que reclamar, una vez más, capacidad de diálogo, generosidad y altura de miras sobre el horizonte del futuro, ya no sólo en un desarrollo del TIL que pueda resultar eficaz, sino en todos los aspectos vinculados a la educación. Por si alguien lo hubiera olvidado, estamos ante a uno de los pilares fundamentales de la sociedad moderna, el que la dota de mejor potencial para avanzar con garantías de futuro. Los ciudadanos son conscientes de ello, pero el obstáculo está en que la clase política no responde con la misma consideración.