Resulta incomprensible e ilógico que nuestras islas sigan en la cola de las comunidades autónomas en cuanto a la producción de energía fotovoltaica. Solo están detrás de nosotros, Asturias, Galicia, Cantabria y Ciudad de Melilla.

El desarrollo y la apuesta por las energías renovables se convierten en una necesidad imperiosa e imposible de eludir para conseguir un desarrollo sostenible en un mundo con una creciente demanda de energía.

Sin embargo, en nuestras islas, con más de 3.000 horas de sol anuales, la producción de energía solar y eólica es mínima, con menos del 3,37%, una cifra muy por debajo de la media nacional, que se sitúa en torno a un 28% (eólica y solar), según las estadísticas del diciembre 2013.

El reciente estudio del Govern balear de eficiencia energética demuestra, que instalando placas fotovoltaicas en los tejados existentes del suelo urbano, (sin incluir los tejados las casas aisladas y las naves industriales dispersas), cubriríamos un 52% del consumo eléctrico.

Otros beneficios derivados de la implantación de las energías renovables son: una mayor tasa de empleo derivado en comparación con las energías convencionales, así como también una previsibilidad de los precios de la energía, al no depender de factores geopolíticos internacionales, ni tampoco del agotamiento del recurso energético.

Por otra parte, a día de hoy, la producción de energía a partir de placas fotovoltaicas resulta más económica que la producida a partir de petróleo o sus derivados.

En estos momentos críticos, con la amenaza de plataformas petrolíferas cerca de nuestras costas, nos conviene recordar la íntima conexión entre nuestras necesidades energéticas y los impactos negativos directos e indirectos que provocan. Sin embargo, las nuevas reformas del gobierno estatal no reflejan estas realidades ni necesidades, y solo busca rentabilizar la actividad de las grandes empresas cuya producción energética es más cara y contaminante.

La ONU plantea que para 2050 las energías renovables supongan el 80% de la energía mundial. Si fuera así, estaríamos hablando de una esperanza de vida de estas fuentes energéticas inagotables y de un futuro muy apetecible.

Pero para que esto sea posible, tenemos que contar con políticas más inteligentes y con visión de futuro, de las que el actual gobierno central carece.