Pocas palabras tan ridículas podemos oír salir de la boca de alguno de los representantes del Consistorio de Sant Antoni como la de ´orgullo´. Exactamente en forma de adjetivo y en plural, algo así como que tenemos que estar orgullosos de nuestro Sant Antoni. ¿De verdad alguien cree que hay algo en Sant Antoni de lo que sus ciudadanos nos podamos sentir orgullosos? Tal vez el par de fiestas de peluts que organizamos en enero. Poco más. Todo lo demás es para sentirnos no ya avergonzados, sino más que avergonzados, porque habiéndosenos sido otorgado en la carrera de la prosperidad turística el mejor coche de la parrilla, resulta que vamos últimos.

Así es, el turismo de masas en la isla de Ibiza se inició en los años 70 precisamente en Sant Antoni. Y no fue por casualidad sino porque allí se daban las mejores condiciones para su desarrollo: una bahía excepcional y las mejores playas de la isla a escasos kilómetros. En Ibiza en la década de los setenta decir turismo y decir Sant Antoni eran prácticamente sinónimos. Sant Antoni lo era todo.

Hoy todos sabemos que la situación es más que diferente. Y la cosa no se detiene ahí sino que es más triste todavía, ya que a día de hoy no contamos ni tan siquiera con un diagnostico de por qué nos encontramos en la situación tan lamentable en la que nos encontramos. Desde aquellos dorados setenta han pasado ya casi 35 años. Han pasado malos alcaldes. Alguno peor. Han pasado multitud de maravillosos planes para el futuro turístico de Sant Antoni -cada uno con su solución mágica- que se quedaron todos en tiempo perdido y dinero malgastado.

Pasaron multitud de medidas descabelladas y sin sentido que por no pasar vergüenza ajena respecto a quienes las propusieron -y en muchos casos las llevaron a cabo- no pasaré a relatar aquí. Pasó incluso una asociación creada ad hoc para la reconversión de Sant Antoni. Pasó todo eso y pasó mucho más, y al final parece que la problemática y la solución en Sant Antoni es algo tan esquivo y misterioso como la cuadratura del círculo. No lo es tanto. Sigan leyendo.

Una de las explicaciones más rocambolescas que se pueden escuchar culpa de nuestros males a, nada más y nada menos que la guerra de las Malvinas (abril-junio de 1982). Según tal versión una vez terminada la contienda fueron muchos los soldados británicos que eligieron Sant Antoni para ´olvidarse´ de aquella guerra. Y de ahí todo lo demás hasta hoy. Esta claro que esto es sólo ese recurso tan humano que consiste en culpar de los males propios a alguien de fuera.

No menos ridícula es la explicación según la cual el problema de Sant Antoni reside en la envidia que hay entre sus ciudadanos y en el hecho de que no nos sepamos juntar para nada. La envidia es uno de nuestros males nacionales y lamentablemente no se circunscribe a las fronteras del municipio de Sant Antoni; y el que no nos sepamos juntar para nada, de llegar a ser cierto, incluso podría facilitar hacer las cosas que se tengan que hacer en Sant Antoni.

Para empezar a llegar al fondo de la cuestión vamos a establecer dos fechas: la primera es 1980. En esa fecha Sant Antoni todavía era de largo el municipio más rico de la isla de Ibiza y uno de los más prósperos de Baleares y de toda España. La segunda fecha es tan sólo unos pocos años después: 1986. Para ese año la situación era ya tan diferente y parecida a la actual que si oyésemos una conversación sobre el tema en ese año nos resultaría difícil diferenciarla de una de hoy en día. Desde ese 1986 la estructura económica de Sant Antoni ha variado en muy poco: mientras en otros lugares se abrían nuevos hoteles de 5 estrellas en Sant Antoni sólo se han abierto dos nuevos, uno de mediana categoría en Caló des Moro y otro de pésima categoría en el centro del pueblo. Por otro lado sí que se ha añadido un importante atractivo con el que no se contaba en 1980: la puesta de sol.

Si estamos de acuerdo en estas dos fechas y en lo que representan, convendremos en que algo tuvo que pasar entre esos años para que Sant Antoni se convirtiese en la triste realidad en la que cada día nos levantamos todos sus ciudadanos.

Pues bien, el verdadero problema de Sant Antoni, aquel del que arrancan todos sus males, aquel sin cuya resolución nada de lo significativo cambiará, aquel que todavía ni tan siquiera hemos sido capaces de identificar es el siguiente: toda la planta de apartamentos de baja calidad que se construyeron en pleno casco urbano en el primer lustro de la década de los ochenta. Ese y ningún otro es el origen de todos nuestros males. Sobre eso es sobre lo que hay que actuar y no hacerlo así sólo será perder tiempo, dinero y vida.

Debería empezar a quedar claro que la única solución real para Sant Antoni es emprender una reconversión turística que convierta toda nuestra planta hotelera obsoleta en nuevos establecimientos hoteleros con una categoría adecuada.