La consellera de Educación de Balears, Joana Maria Camps, seguramente traicionada por sus traductores del castellano al catalán, utilizó en una intervención pública la traducción literal del ´informe PISA´: «informe Trepitja», dijo.

´Pisar´ es ´trepitjar´ en catalán. De donde se desprende que la consejera no sabe que PISA es el acrónimo en inglés de Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes. Estamos ante un caso extremo de ineptitud, de inaceptable abismo entre una determinada función política y las condiciones mínimas para ejercerla. Y aunque el caso mencionado es particularmente llamativo, en otras ocasiones el desequilibrio resulta igualmente chirriante. Siempre ha habido ministros que no se conocen las generales de la ley de su propia asignatura, pero a medida que avanza el desarrollo democrático, la carencia se vuelve más y más inaceptable.

Y lo grave del caso es que Rajoy, con su alergia patológica al cambio, ha establecido un criterio que deja en la impunidad estas debilidades. En democracia, cuando un ministro falla, cesa. Aquí no. Aquí, los ministros de Rajoy sobreviven a su propia ineptitud. Es el prurito del jefe.