El Govern ha denegado maestros de apoyo a dos colegios de Eivissa con niños mayoritariamente extranjeros o con otras necesidades especiales que de forma imprescindible necesitan una dedicación especial para seguir el desarrollo de las clases. Esta actitud por parte de la conselleria de Educación demuestra un total desprecio a las necesidades educativas mínimas de Eivissa y, por culpa del Govern, hay un buen número de niños que no alcanzarán el nivel de sus compañeros de clase.Precisamente, una de las reivindicaciones que se planteaban en la huelga de educación que se mantuvo durante tres semanas era la recuperación de los profesores que han perdido las aulas en las islas. Debido a un sobreprotagonismo del TIL, muchas personas han terminado creyendo que en la pasada huelga solo se discutía sobre si inglés sí o no, o si catalán sí o no. El TIL fue solo una de las exigencias, pero no la única ni, tal vez, la más importante.

El Govern está ampliando progresivamente el número de alumnos por clase, lo que equivale a reducir el número de profesores. Y, como también alertaban los profesores antes, durante y después de la huelga, se están eliminando profesores de apoyo y refuerzo, se menguan las becas para comedores y se da al traste con otras cuestiones básicas del sistema educativo.Lo que pasa en estos dos colegios de Eivissa da la razón a las movilizaciones de los profesores y demuestra que sus denuncias eran por desgracia ciertas. Es posible que esto aún vaya a más y las quejas por falta de profesorado, medios o servicios en colegios e institutos sean cada vez más frecuentes. Pese a que menudo es algo que se olvida, una huelga es ante todo una medida de presión que se ejerce -asumiendo sacrificios de todo tipo para quienes la ejercen- con el fin de cambiar una situación que es aún peor que la propia huelga. ¿Qué es más grave: perder tres semanas de clase o perder profesores y becas durante todo el curso, el próximo y el siguiente? Una huelga es una medida temporal contra una injusticia permanente y contra un perjuicio continuo. Es bien comprensible que muchos afectados pierdan la paciencia o acaben disparando contra el bando equivocado, víctimas de la lógica desesperación. Pero eso no debe hacernos perder de vista que la sociedad únicamente ha conseguido progresos y derechos cuando los ha exigido, no cuando ingenuamente ha esperado que sus gobernantes se los dieran en bandeja.

Es poco a poco, peldaño a peldaño, como vamos perdiendo los servicios básicos que se supone que nos corresponden. Costó mucho que las clases no tuvieran 40 alumnos por aula, por ejemplo, o que se incorporaran profesores especiales para los niños inmigrantes, o que hubiera ayudas para comedores escolares. Asistimos a un lento pero progresivo desmantelamiento de estos mínimos básicos. Es obvio que esta tendencia no puede continuar. Sin embargo, confiar en la benevolencia de nuestras autoridades, creer que tó er mundo é güeno o culpar sistemáticamente a los profesores cuando están luchando por el futuro de las generaciones de mañana demuestra una capacidad para fijarse solo en lo de hoy, pero no en lo de mañana.

La huelga de la educación sirvió para modificar, al menos parcialmente, los propósitos iniciales del Govern. Solo por eso ya valió la pena. Es cierto que, como en todo conflicto colectivo y prolongado, hubo actitudes deplorables por ambas partes, pero eso sucede siempre que hay un conflicto. Una protesta no es un paseo romántico en barca. Lo que sucede es que vivimos en una sociedad en la que, cuando alguien señala a la luna con el dedo, miramos el dedo en vez de mirar la luna. Así nos va.