El conflicto catalán -o más propiamente el conflicto entre Cataluña y el resto del Estado- está en manos de los políticos y de los activistas espontáneos de la sociedad civil, pero no ha sido realmente tratado por los intelectuales.

E incluso algunos alardes nacionalistas firmados por sedicentes historiadores no son más que actos de propaganda, muy alejados de la noción cabal de cultura.

Las escasas incursiones de pensadores de prestigio en este resbaladizo asunto permiten sin embargo advertir que el problema adquiriría otra dimensión si entrase en el territorio, hasta hoy vedado, de la inteligencia.

El historiador Álvarez Junco, por ejemplo, nos ha obsequiado con una mirada brillante sobre el contencioso: «Estamos en la era posnacional, en la que el Estado-nación ha dejado de ser soberano en muchos sentidos. No basta con constatar y apoyar ese proceso. También hay que hacer más compleja la organización de lo que queda del Estado. Sería interesante, por ejemplo, plantear una doble capitalidad, o múltiple capitalidad, con instituciones estatales situadas en otras ciudades, y con un tratamiento de las lenguas no castellanas como oficiales también del resto de España (en Canadá, Quebec es una minoría, pero el francés es oficial en todo el país)».

Análisis, imaginación creadora, inteligencia resolutiva: con estas herramientas, Cataluña y España podrían volver a establecer quizá una tensión creativa.