La huelga que mantienen los profesores de las islas contra la política educativa del Govern -no solo contra el TIL- ha ido más allá de una simple protesta laboral y ha acabado convirtiéndose en una movilización social sin precedentes que ha obtenido apoyos incluso desde los sectores más insospechados. Ahora que la protesta llega a su tercera semana, bien puede afirmarse que la huelga ha constituido un éxito, pues no solo se ha desarrollado sin incidentes apreciables, pese a su prolongada duración, sino que ya ha arrancado unos primeros logros importantísimos a un Govern inicialmente intransigente. Y, además, ha conseguido que una parte del propio PP se sublevara contra José Ramón Bauzá por su caótica política educativa.

Nada de todo esto se hubiera obtenido si los profesores hubieran acudido a clase como si nada, se hubieran limitado a criticar en voz baja o, como mucho, hubieran emitido un comunicado de protesta que acabaría donde acaban todos: en la papelera.

Cuando un Govern, en un ejercicio de irresponsabilidad suprema, estropea de arriba a abajo el sistema educativo del que con mucho esfuerzo, trabajo y diálogo, se dotó esta Comunitat Autònoma desde mediados de los años 80, es precisa una reacción de intensidad proporcional y equiparable a semejante desbarajuste. Es bien cierto que la actual protesta ha causado trastornos inequívocos a alumnos y padres -toda huelga lo hace-, pero tal vez sea preferible perder dos o tres semanas de clase antes que perder un curso entero por culpa de un TIL mal aplicado en el que los alumnos acabarían tal y como empezaran: sin enterarse de nada. Lo que pretendía el Govern era que profesores con el nivel de inglés de Ana Botella enseñaran matemáticas y otras asignaturas complejas sin enterarse ellos mismos de lo que estaban diciendo. Eso y perder todo un curso es exactamente lo mismo. La huelga ha logrado suavizar ya ese desastre.

Frente a quienes sostienen que los profesores se han tomado en realidad unas vacaciones con el pretexto de este paro, conviene recordar que cada día sin trabajar ha representado para ellos alrededor de 100 euros menos de nómina, que multiplicados por cinco, siete o doce días ya representa un enorme mordisco sobre el sueldo de un mes. En cambio, quienes no pierden ni un euro de su bolsillo son José Ramón Bauzá ni la consellera Camps. Además, los profesores no han protestado contra sus recortes de sueldo (conscientes de que es algo generalizado en todos los ámbitos), sino que sus otras reivindicaciones se dirigen contra la reducción del número de profesionales que atienden a los niños y a los jóvenes en los centros de enseñanza. Se trata de la calidad de la educación que se da a los alumnos. No es raro si tantos padres han apoyado la protesta pese a las molestias que les ocasiona.

Pero, sobre todo, la huelga ha servido para que afloraran a la superficie las contradicciones internas del PP. Incluso alcaldes poco sospechosos de debilidades prosindicalistas han compartido casi al milímetro las reivindicaciones de los docentes, al ser conscientes de que eran peticiones justas. Si no hubiera habido huelga, esta sublevación de alcaldes del PP no se habría producido, y consiguientemente, Bauzá no habría hecho las renuncias que ha hecho. Hoy, el TIL sería obligatorio a todos los niveles.

La mayor virtud de este paro es que, ya hoy, ha servido de aviso a navegantes y ha demostrado al Govern que en estas islas existe aún una sociedad civil dispuesta a plantar cara a las tonterías de los políticos.