Cual llanero solitario de las novelitas de Marcial Lafuente Estefanía, José Ramón Bauzá prosigue su cabalgada hacia ninguna parte en pos de un anhelado trilingüismo que consiga, si no liquidar al malo de la película, el catalán, sí dejarlo lisiado para que no moleste. Sin embargo, el sheriff del Govern, desde que el decretazo echó a andar pasando por encima de la suspensión cautelar del Tribunal Superior de Justicia, ha ido perdiendo a parte de sus aparentemente fieles agentes. Primero fueron varios alcaldes de importantes municipios mallorquines los que se bajaron del burro, digo del caballo, y ahora han sido los populares ibicencos quienes han dejado de trotar junto a Bauzá. Andaban ya muy escamados con el alguacil por la aplicación de un decreto de forma precipitada y sin medios, pero la constante presión de los habitantes del poblado y su propia conciencia (muchos de ellos son maestros y profesores) les ha llevado a gritar ¡Soooo!

Este conato de rebelión interna en el PP ha obligado a la ayudante del sheriff, Joana Maria Camps, a ceder en algunas de sus rígidas pretensiones iniciales. Los ciudadanos de esta orilla del río de Santa Eulària esperan ahora impacientes que Bauzá acabe por caerse del caballo, cosa harto improbable en el polvoriento y casposo rancho del Consolat de Mar.