El martes pasado asistí a la primera sesión parlamentaria del curso que casi viene a coincidir con el inicio del curso escolar más convulso que yo recuerde, y llevo treinta y cuatro años en la enseñanza.

Soy profesora de lengua castellana y literatura, nada sospechosa de una postura que con desprecio los gobernantes del Partido Popular llamarían catalanista, pese a que me acusen de ser la culpable de la política de inmersión lingüística del anterior gobierno de progreso y del fracaso escolar que le atribuyen. Nada más falso.

Mientras escuchaba mentiras y tergiversaciones de la consejera Joan Maria Camps en el pleno, me he acordado de los versos de Quevedo en su ´Epístola satírica y censoria al conde duque de Olivares´:

No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,

puede hablar el ingenio, asegurado

de que mayor poder le atemorice.

No puedo callar, no.

Por eso me remonto al clásico español para denunciar la postura de un gobierno que en materia educativa ni oye, ni escucha, ni ve, ni siente.

Un gobierno que ha acabado con el clima de consenso y diálogo, un gobierno que, eso sí, ha logrado aunar todas las sensibilidades contra una política educativa que desprecia a sus protagonistas, la comunidad educativa: alumnos, profesores y familias. Un gobierno que cree que el aval de ganar unas elecciones le permite hacer lo que quiera y de espaldas a todos.

Esta huelga, cuyo éxito no quieren reconocer, no es política, ni siquiera es sólo una huelga contra la política lingüística actual (ya les interesa reducirla a eso). No.

Es una huelga por nuestra dignidad profesional, es una huelga contra el desprecio que manifiestan o sienten hacia los profesores, es una huelga contra un comportamiento autoritario y antidemocrático que no podemos tolerar.

Quieren hacer creer, y por eso repiten la consigna, que no queremos que «el inglés ´entre´ en las escuelas», en palabras de la consejera de Educación.

¡Ni que hubieran descubierto la pólvora! Pues no, es falso.

Durante la anterior legislatura en esta Comunidad se puso en marcha el Plan de Tercera Lengua (preferentemente el inglés) y por ello más de doscientos centros de las Balears tienen secciones europeas, se extendió el inglés desde la educación infantil, se pactó con la universidad para que en los grados al menos dos asignaturas se cursaran en lengua inglesa, se respetó la autonomía de centros en la elaboración de sus proyectos lingüísticos, etcétera.

No señora Camps, no. Nosotros, mi partido y los demás partidos que no son el suyo, apostamos por la enseñanza y el aprendizaje del inglés, pero así, no. Recuerde que en los planes educativos los resultados no se ven hasta quince años después. En dos años, se lo aseguro, no va a lograr nada.

¿A qué vienen estas prisas, esta desesperación?

Escuche a los filólogos, lea los informes de la Universitat de les Illes Balears (UIB) sobre el aprendizaje de lenguas, contrate auxiliares de conversación nativos, haga un plan de formación del profesorado con un calendario lógico, secuencie su aplicación, revise las metodologías, reduzca el número de alumnos por aula€ etcétera.

Sepa que no pueden tener el mismo tipo de aprendizaje las dos lenguas oficiales que una lengua extranjera. Cree condiciones para que la comunicación en un idioma extranjero sea necesaria. ¿En qué metodología y en qué planteamiento filológico se basa usted, señora consellera?

Sé que personalmente usted no me puede contestar. Lo suyo no es la pedagogía ni la educación. Pero ya está bien de querer hacernos parecer unos retrógrados que en un mundo globalizado como el nuestro y en una comunidad turística como la nuestra estamos en contra del aprendizaje del inglés.

Se lo repito, inglés, sí, pero así, no.