La primera semana de huelga en los colegios públicos y concertados de Balears se cierra con un resultado desolador: aulas, en el mejor de los casos, funcionando a medio gas, broncas y altercados en el Parlament, manifestaciones de docentes respaldados por padres y ciudadanos anónimos ante el Consolat de Mar, la conselleria de Educación, los ayuntamientos pitiusos o, ayer mismo, el paseo de Vara de Rey. A ello hay que sumar además la incorporación de la Universitat a la protesta contra el TIL, aprovechando para ello el ceremonial de la apertura de curso y una Nit de l´Art en Palma transformada en engrasada correa de transmisión de las reivindicaciones docentes.

La huelga ha tenido un claro seguimiento y parece organizarse para la resistencia. Frente a ello, el Govern ejerce de muro de contención al amparo de la mayoría absoluta del PP que le sustenta, a pesar de que algunos cargos del partido, entre ellos significativos alcaldes, abogan por la flexibilidad y la comprensión. No obstante, el Ejecutivo Bauzá ha acuñado la expresión «huelga política», en un intento de definir un pretendido efecto nocivo y desatendiendo cualquier demanda de diálogo, oferta de colaboración o consejo de sujeción a criterios profesionales y técnicos de los docentes.

Este comportamiento del Govern contrasta y choca de lleno con el que ha acabado manteniendo con otros colectivos significativos de las islas que también han discrepado de los planteamientos que les afectaban. En la mayoría de los casos, aunque fuera de forma no reconocida, se ha acabado negociando, cediendo y si ha sido necesario, haciendo los cambios de consellers necesarios en el gabinete Bauzá. En cambio, frente a los docentes, solo se mantiene mano dura y acusación permanente impregnada de cierto juego sucio, como en el caso de los reproches por la aparición y supuesta utilización de niños en las manifestaciones. El ministro Wert, lejos de buscar la mediación, se ha dedicado a echar leña al fuego en este sentido.

El TIL, el decreto de implantación del Tratamiento Integrado de Lenguas, es el principal objeto de la huelga y del accidentado inicio del curso escolar. Frente a tanta versión interesada conviene recordar que se discute el modo de implantar la enseñanza en inglés y los medios efectivos que se tiene para ello. No tanto la necesidad de hacerlo, cosa que nadie discute. De rebote, también está en juego la inmersión lingüística en catalán a la que los expertos conceden notable crédito y solvencia en los términos con que ha funcionado hasta ahora.

El Govern vuelve a caer en un descomunal error al taparse los oídos para no percibir el intenso clamor que le llega desde la Universitat. Procede de quien tiene mayor autoridad, mérito y rigor para pronunciarse sobre la forma más conveniente y garantista de desplegar el TIL. No se conocen pronunciamientos, ni siquiera desde cátedras próximas a la ideología gubernamental, que indiquen lo contrario o que exterioricen división de opiniones en el campus. Por eso también constituye una irresponsabilidad rechazar la mano tendida del rector Huguet y no aprovechar su oferta de mediación en un conflicto y un paro laboral enquistado, duro y de notables efectos secundarios. El Govern echa toda la culpa a los profesores y parece satisfecho con esa estrategia. No es eso. Para el próximo día 29 está convocada una manifestación en todas las islas que se presume masiva. Sería conveniente que antes ya se hubiera abierto el diálogo y canalizado los instrumentos de solución.

DIARIO de IBIZA