La intransigencia del presidente Bauzá y sus particulares obsesiones han sublevado a toda la comunidad educativa de Balears. Un proyecto como el del trilingüismo, que suscita un respaldo amplísimo, no podía ponerse en marcha con mayor torpeza. Bauzá ha querido implantarlo apresuradamente tirando de rodillo, saltándose trámites preceptivos, sin contar con nadie que le pusiera reparos, sin atender siquiera a las voces de su propio partido que pedían menos precipitación y una aplicación más gradual. Lo ha hecho con tanta arrogancia que incluso sindicatos que inicialmente eran contrarios a la huelga indefinida, como UGT o ANPE -que acoge al profesorado más afín al PP- se han sumado a la convocatoria ante la evidencia del despropósito. Es muy revelador el enorme respaldo que ha tenido también el paro entre los padres, traducido en una bajísima afluencia de alumnos a las aulas. Bauzá tiene la convicción de que la enseñanza en Balears está politizada y manipulada por el profesorado nacionalista, por eso plantea muchas de sus medidas casi en términos de cruzada liberadora. Sabe que la capacidad de resistencia económica de los huelguistas es limitada y ante la posibilidad de doblar el brazo a los profesores en este pulso no se presta fácilmente al diálogo ni a la negociación. Contrasta tanta inflexibilidad con la dócil actitud que mostró el presidente ante un puñado de patronales y grandes empresarios, ese colectivo virginal y tan poco politizado al que enojó con una batería de nuevos impuestos, finalmente congelados debido a sus presiones. Pero, claro, el empresariado generador de riqueza no puede compararse con el profesorado agitador. Dónde iríamos a parar.