Ruidos en verano? ¡Pero si aún no hemos visto nada! Lo más grave está por llegar y empezará a notarse en 2014, alcanzando su cénit tal vez en 2015 o 2016, no más tarde. Entonces, Eivissa será un lugar inhabitable durante cinco meses al año, sobre todo la mitad sur. Inhabitable no quiere decir que vaya a aumentar esa sensación de agobio general, sino que muchas más personas perderán el derecho a dormir.

Platja d´en Bossa se está convirtiendo, con total descaro, en una sucesión de discotecas camufladas como hoteles o como restaurantes de playa, y para el próximo año ya han anunciado su apertura nuevos establecimientos de este tipo. Si ahora generan ruido las discotecas-que-no-son-discotecas actuales, esperemos a ver dentro de un año o dos.

Y, sin embargo, no solo son Platja d´en Bossa o Cala de Bou los escenarios de la explosión de ruido que se avecina. Enclaves correspondientes a municipios hasta ahora tranquilos, como s´Argamassa, Cap Martinet o Cala Nova, por poner algunos ejemplos, ya han sido sembrados con establecimientos de este tipo, que esperan agazapados para desmadrarse bien pronto igual que en el resto de la isla. Si no es así, no se explica por qué han gastado tanto dinero en esos inmensos altavoces y potentes equipos musicales que decoran dichos locales y que no parecen concebidos para emitir un hilo musical con melodías de Charles Aznavour. Es solo cuestión de tiempo. Preparémonos.

Nos espera, en los próximos años, una verdadera oleada de música de discoteca a todo volumen (ese tipo de música ideada para ser escuchada bajo el efecto de las drogas, pues en estado normal no lo soporta nadie) y nuestros políticos asisten al problema con la misma placidez que si contemplaran el vuelo de una mosca.

El grado de inoperancia política a la que se ha llegado supera a la que había en los años ochenta, cuando se gestó el actual desastre turístico.

Incluso entonces, alcaldes totalmente incompetentes fueron capaces de ordenar a las principales discotecas de la isla que se cubrieran con un techo para evitar la emisión de ruido. Hubo protestas y las discotecas gastaron importantes sumas en estas obras, pero se hicieron y el problema terminó. Hoy, veinte años después de aquella orden, la situación ha empeorado porque no habrá ningún alcalde de la isla que ordene a ningún local de Platja d´en Bossa que haga obras para insonorizar totalmente sus establecimientos. De hecho, da risa sólo de pensarlo.

Tampoco cabe esperar que se ordene a los beach clubs sustituir su colección de altavoces por juegos de auriculares para uso individual de sus clientes. ¿No sería lo suyo?

En estos momentos no hay ningún local ni hotel en la costa ibicenca que no esté recibiendo un bombardeo de ofertas de compra o alquiler por parte de los más variopintos empresarios para convertirlos en nuevas discotecas de playa. Solo unos pocos resistirán a la tentación económica.

El resto, entregarán sus establecimientos a los señores del ruido. Así será como esa música de estilo ´martillo percutor´ lo invadirá todo, expulsará al turismo convencional allí donde se implante y lo reemplazará por el de pastilleo, ostentación y petardeo. Quien crea que el turismo familiar y el de discoteca son compatibles entre sí es que vive en otra galaxia. Uno y otro modelo son totalmente excluyentes, y allí donde se implanta uno desaparece el otro. Platja d´en Bossa es el ejemplo de lo que será mañana Eivissa.

Bien pensado, si la sociedad ibicenca ha sido capaz de permitir que se llegara a este punto y ni se inmuta cuando ve lo que se avecina, es que merecemos ser torturados con más ruido. Por pasotas.