Los socialistas catalanes quieren que vascos y navarros pierdan unos privilegios medievales que se traducen en cupos, conciertos, dineros extra y un simpa eterno. Es interesante porque ese tinglado, propio del Antiguo Régimen, enlaza perfectamente con la endémica doctrina socialista: lo mío es mío y lo tuyo, de los dos. Vascos y navarros recaudan impuestos, pagan sus gastos y si sobra algo lo entregan al Estado para ayudar a costear todo lo común. Por supuesto, no sobra nunca nada y por eso siempre están en cabeza de los índices económicos. No son más listos, trabajadores y organizados, sino más aprovechados. Y se aprovechan porque los dejamos. Empezó Franco con ese cuento y la democracia lo elevó al cubo demostrando una vez más que seguimos en el posfranquismo. De todos modos, detrás de la iniciativa social catalana hay mucho más.

Como la crisis no permite seguir con la rapiña de las distintas autonomías, en las últimas semanas ha aparecido una curiosa iniciativa en la que militan desde Alfonso Osorio -franquista puro- hasta Herrero de Miñón, centrista así que franquista, pasado al cuasi-independentismo. El obispo Uriarte ha hecho un informe acusando a la Guardia Civil y a la Policía de la muerte de casi cien etarras. ¿Qué etiqueta le ponemos a monseñor?, ¿hasta cuándo el Vaticano va a seguir conspirando contra la unidad de España?, ¿aún no se les ha pasado el trauma del Estado liberal centralista que procedió a la desamortización? El caso es que, como no hay de dónde, quieren volver a las vísperas del café para todos. Se resucita el mito de las comunidades históricas y se liquidan las autonomías, manteniéndolas solo para Cataluña, País Vasco y Galicia. O quizás solo para Cataluña, que es donde enlaza la movida de los socialistas barceloneses.