Cuando el problema es que se difunda el problema, el problema es gordo de verdad. Significa que no hay ninguna intención de solucionarlo, sino solo de taparlo. Esto es lo que está ocurriendo en la residencia de Can Blai, cuyas condiciones lamentables se están conociendo gracias a reportajes basados en testimonios de los propios trabajadores y en la comprobación directa de las carencias por parte de este periódico. La situación es escalofriante, un cúmulo de despropósitos que tiene como víctimas a ancianos indefensos a los que ni siquiera dan galletas para desayunar porque al parecer son muy caras. Sin embargo, la reacción de la consellera responsable, Mercedes Prats, es sorprendente: en vez de investigar las denuncias graves que se han conocido, y ponerles solución cuanto antes, inicia una campaña para desacreditar a este periódico por dar a conocer la situación que soportan los ancianos, y permite que el director impulse una caza de brujas interna para saber qué trabajadores «se han chivado». Además, la gerente del Consorcio se plantea hasta querellarse por las informaciones que se han publicado. Es decir, su problema es que se hayan difundido los problemas, que se conozca la nefasta y ruinosa gestión de la residencia y cómo perjudica a los ancianos, en vez de buscar una solución para acabar con este maltrato institucional ya.