Aunque amplía a diario la lista de modalidades de fobia sexual, el lobby gay olvida la que ha logrado hacer más común: la heterofobia. Ha convertido a los heterosexuales en víctimas propiciatorias de los problemas, reales o imaginados, que perciben el lobby y sus líderes. Apoyado en el medroso silencio de representantes políticos que miran a otro lado o en el apoyo expreso de partidos que funden sus intereses electorales con los de estos grupos de presión, como ejemplifica en Ibiza Paco Chamizo (Diario de Ibiza, 17 de mayo), portavoz del grupo LGTB del PSIB-PSOE al tiempo que secretario de Participación de la FSE-PSOE. Por definición es la sociedad heterosexual, que los tiene rodeados y los acosa, la razón última de los disgustos, contrariedades o dificultades de cualquier índole de homosexuales que descartan buscar al responsable en ellos mismos o en sus modos de vida.

Es una especie de paranoia acusar a otro de los males propios en una sociedad occidental en la que homosexuales y lesbianas son admitidos y respetados, se manifiestan en la calle con total libertad hasta un exhibicionismo de dudoso gusto y las leyes contemplan y penalizan la desconsideración al homosexual. Les queda reconocer que los heterosexuales no son culpables de serlo. Ni por serlo deben pedirles perdón ni vivir acomplejados. Ni tienen por qué admirar, tras aceptarlo, un estilo de vida tan contrario al suyo como es el homosexual. Y todos, homosexuales y heterosexuales, están obligados a rechazar a esos enemigos de la sociedad abierta disfrazados de tolerancia y a los que quieren imponer el pensamiento único con violencia verbal y física: los asaltos a púlpitos y tribunas para interrumpir violentamente la libre expresión de los líderes religiosos son una demostración del «lenguaje de odio» que tanto gusta denunciar al lobby.

La violencia física de grupos LGTB envalentonados contra los que no comparten sus creencias, como la mostrada ante las cámaras en el ataque de activistas de Femen contra el obispo de Mechele-Bruselas, y la violencia verbal de las amenazas de muerte al organizador de las manifestaciones pro-familia en Francia, son inaceptables: nuestros sistemas legales prohíben la violencia no solo contra los LGBT, también contra los que no lo son. Porque todos los hombres y mujeres somos iguales ante la ley.

La enseñanza en la escuela del respeto a la diversidad que dice defender el señor Chamizo tiene como fundamento la libertad de todas las personas, no la publicidad de presuntas bondades de la homosexualidad. Son algunos homosexuales los que deben aprender a respetar el estilo opuesto de vida, el heterosexual. Y dejar de identificar todo punto de vista que no se rinda plenamente a sus planteamientos como homofobia o lenguaje de odio: eso es un misil contra la línea de flotación de la libertad de pensamiento y expresión que sostiene la sociedad occidental.