El paseo de Vara de Rey, inaugurado en 1904, no ha conocido en toda su historia otra función que no sea esa: la de paseo, estrictamente reservado para el tránsito público, sin acotamientos privados ni más limitaciones que la ocasional colocación de alguna instalación temporal o feria comercial o festiva. Ahora, ha bastado que una determinada empresa compre la antigua sala de exposiciones de s´Alamera para convertirla en un café para que el Ayuntamiento de Vila -ese barco a la deriva que a día de hoy es imposible saber a dónde va- decida obsequiarle con un buen pedazo de paseo público y, para no agraviar a los demás establecimientos de la zona, les ofrece poner también sus mesas y sillas en este recinto, para que no haya sospecha de favoritismo.

El único problema que tiene el paseo de Vara de Rey es precisamente que le sobran cosas encima. Apenas hay época del año en que esté realmente libre de obstáculos. Entre ferias que duran semanas, carpas que ocupan gran superficie, ficus que han crecido excesivamente hasta convertirse en un impacto visual más que ninguna otra cosa y otros elementos que han ido desfigurando la fisonomía del paseo, hoy este espacio urbano amenaza ya con perder su función de área despejada, diáfana y libre para el esparcimiento público.

La pretensión, ahora, de convertir el enclave urbano más famoso de las Pitiüses en una prolongación de las terrazas de bares y cafeterías del lugar supone el remate y muerte del mismo. Como siempre sucede, lo que primero se anuncia como pequeñas ocupaciones que se ceñirán a lo estrictamente necesario, acabarán desparramándose por la mayor parte del paseo hasta dejar un área irrisoria para el público. Si así ha sucedido con todo en Eivissa, no hay motivo para creer que este caso será una excepción.

El afán de privatización que va devorando hasta el último rincón de nuestra isla para entregarlo a las empresas que quieren sacar provecho del patrimonio público puede ser defendido desde una perspectiva mercantilista, pero nunca desde una administración pública. Hoy, si algo le falta a Vila son espacios libres, no terrazas de cafetería.

Si sorprendente ha sido este anuncio por parte del equipo de gobierno (suponiendo que aún lo haya), más chocante ha sido el apoyo del principal grupo de la oposición, al que no le parece mal que se entregue el paseo a las empresas privadas por primera vez desde 1904. El pretexto de que también se privatizan las aceras o que a la gente le gusta sentarse en una terraza es tan débil que cae por su propio peso. Pretender comparar la situación de grandes ciudades (donde sí se instalan mesas en plazas públicas) con la de Vila es ignorar que nuestro casco urbano no tiene exactamente el mismo número de paseos y plazas que Barcelona o Madrid.

Quienes aman a la ciudad de Eivissa, quienes son conscientes de cuál es la función de cada uno de sus elementos y quienes sufren la sensación de agobio y opresión del verano no pueden en ningún caso salir en defensa de una iniciativa que no hará sino acentuar aún más esa saturación, desvirtuará las características propias de un paseo peatonal y dará al traste con su vocación público.

Vara de Rey es de todos y para todos. Ha de seguir siendo el lugar en el que se hagan celebraciones multitudinarias y actos culturales, del que salgan las grandes manifestaciones de la isla y donde, en definitiva, se desarrolle la vida social de Eivissa, como sucede desde hace 109 años. El paseo debe seguir siendo el escaparate de todos, no un área acotada para unos cuantos.