Espero que la jovial denuncia del concejal Rodrigo contra la sobreabundancia de vallas no caiga en saco roto ni en el olvido. No vaya el asunto a seguir la pauta general de Ibiza: arrancada de caballo y parada de asno. Porque es una de las mejores noticias aparecidas en los últimos años: hay una infestación de pancartas, una invasión de vallas que se hace insoportable a la vista. En los años 70 sostuve una prolongada lucha periodística exactamente por la misma causa y en las páginas del Diario. Creo recordar que se redujo el alcance de la invasión, pero con el tiempo, agazapados en la filosofía del laissez faire, laissez passer de nuestros ineptos y holgazanes munícipes, han reaparecido los bosques de vallas salvajes con todo su oscuro esplendor.

Sí, sí, ya sé que no siempre es ineptitud ni holgazanería, es que aunque uno quisiera actuar, no te dejan: siempre hay órdenes desde arriba que reducen la actuación del edil a una mecánica rutina de obedecer, callar y cobrar a fin de mes. Quizás no es tan extremado, pero no voy muy lejos de la realidad. El hecho, ahora, es que las salidas y entradas de nuestros pueblos ofrecen un panorama tan deprimente como las cunetas de algunas carreteras. El caso de San Antonio pone la piel de gallina: en pocos sitios se pueden ver espectáculos tan lamentables, por supuesto, con el conocimiento y la aquiescencia de las autoridades municipales. En todos los pueblos. Difícil no ver estas monstruosas pancartas que al menos cierran la vista a vertederos descontrolados o a solares en condiciones de suciedad obvia.

Luego, en sí mismas, tenemos el soporte material, que es difícil que cumplan las mínimas condiciones de legalización, por grandes, altas, cercanas o peligrosas. Y después tenemos el contenido, no siempre muy acorde con la estética ni con la moral. Es evidente que la valla intenta precisamente no pasar inadvertida, para lo cual no ahorrará en colores chillones y temas a menudo escabrosos.

Mientras sean los labios rojos que chupan cerezas o la batalla de las tipografías inglesas para anunciar a a sus pinchadiscos, la cosa queda en casa y el asunto es opinable. Pero en otras ocasiones se pueden ver auténticas monstruosidades, agresiones al buen gusto, frutos de una difícil comprensión de lo que en Ibiza llamamos ´haz lo que quieras en la isla de la libertad´.

Aunque no siempre es el sexo ni las provocaciones de Benetton, recuerdo una que anunciaba un burdel (de lujo, como si fuera más excusable) con un descaro que rozaba el Código Penal, y me parece recordar que lo rozó. La retiraron.

Sin criminalizar ni demonizar las vallas, se tienen que permitir aquellas que por su proporción y ubicación no dañan ni ponen en peligro la seguridad de la circulación. Todos tenemos derecho a a emprender un negocio si cumplimos las normas. Para el resto, que son centenares, sanción, sierra y cierre.

@MarianoPlanells