Vivimos tiempos difíciles pero para algunos son más difíciles que para otros. La crisis nos golpea pero el que tiene menos protección es más vulnerable, el que es más débil sufre más. Si a esto le añadimos que muchas de las decisiones que toman nuestros gobernantes van dirigidas contra quienes menos tienen y que sólo reaccionan a golpe de sangre, el panorama queda perfilado con cruel claridad.

Hace unos meses, la Plataforma por la Convivencia denunciaba los efectos terribles que el Real Decreto Ley 16/2012 tendría sobre el colectivo de los inmigrantes que no tenían regularizada su situación. Y de rebote, sobre el conjunto de la población inmigrada. Hace meses que decenas de personas en Ibiza están padeciendo las consecuencias de haber dejado de tener cobertura sanitaria, decenas de enfermos están dejando de ser atendidos y aquí no pasa nada. Pero como si no fuera suficiente, las agresiones continúan, son legales y vienen de arriba con el consentimiento de los de abajo.

En primer lugar, queremos denunciar que, desde el 30 de octubre, se han suprimido los mediadores culturales de los centros de salud y hospitales de Ibiza y, según hemos podido saber, con carácter definitivo. En Mallorca, los han reducido de 11 a 2 y, en Menorca, mantienen uno con un contrato de corta duración. Para quien no lo sepa, el trabajo que desempeña un mediador cultural consiste en orientar a los recién llegados sobre el funcionamiento del sistema de salud público y asesorar al personal sanitario sobre las peculiaridades de la cultura de los inmigrantes.

Una parte fundamental de su labor es acompañar al centro sanitario a los pacientes que no hablan español para ayudarles a comunicarse.

Imagínese, querido lector, querida lectora, que usted se encontrase mal, fuera al médico y no pudiera expresarle qué síntomas tiene, qué le duele, desde cuándo, piense en la angustia que supone sentirse enfermo y no poder comunicarse, piénselo, por un momento.

Pues bien, este derecho tan básico ha sido borrado de un plumazo por el gobierno al decidir que los dos únicos mediadores que había en Ibiza ya no serán renovados. A muchas personas, porque sí somos personas, ya les han quitado el derecho a la sanidad. Otras tantas todavía lo tienen, podrán ir al médico pero lo tendrán muy difícil para decir por qué se sienten enfermas. No sé lo que piensa usted, querido lector, querida lectora, pero a nosotros nos parece una injusticia elemental.

También queremos dar a conocer y denunciar otra discriminación que sufren los inmigrantes de Ibiza y Formentera (desconocemos la situación de Menorca) respecto a los de Mallorca en relación a las posibilidades de integración en la sociedad balear que les ofrece el gobierno. Es norma general en las Islas Baleares que, cuando los inmigrantes desean renovar la autorización de residencia y trabajo y les falta algún requisito, como puede ser el periodo de alta en la Seguridad Social, deben de obtener el llamado Informe de Esfuerzo de Integración. No valoraremos ahora ni la idoneidad ni la oportunidad de este Informe porque es el agravio comparativo entre Ibiza y Mallorca lo que queremos destacar.

Pues bien, en Mallorca, el Gobierno ha concertado con la Cruz Roja un curso gratis al que pueden ir los inmigrantes. Con una asistencia mínima del 80% de las sesiones, las personas obtienen el mencionado Informe y quedan eximidas del examen. Y, ¿qué pasa en Ibiza? Aquí no existe este curso y las personas se ven obligadas a preparar por su cuenta y hacer un examen sobre legislación española y autonómica, lengua catalana y lengua española. Integrarse es difícil pero, si vives en Ibiza, todavía más. La doble discriminación está servida.

El gobierno balear tiene que reconsiderar la decisión de suprimir los mediadores culturales, cuyo coste económico es insignificante en relación a su función social y humana. De igual forma, es imprescindible que los inmigrantes de Ibiza que deseen integrarse tengan los mismos derechos que los que viven en Mallorca.

Con tristeza e indignación, debo denunciar que cada vez nos ponen las cosas más difíciles y nuestra lucha por la convivencia se va convirtiendo en una lucha por la supervivencia, la lucha de unas personas que hemos venido a trabajar y a vivir a Ibiza cuando nos necesitaban y que, a las primeras de cambio, nos tratan como material desechable.