El pasado jueves, festividad de Todos los Santos, se iniciaba en Valencia un congreso de jóvenes. Para tal ocasión escuché una entrevista realizada al obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla. Le preguntaron sobre todos los temas, menos sobre el tema del congreso que ha reunido a tantos jóvenes, no para un botellón o una macrofiesta, sino para reflexionar sobre su presente y su futuro en la sociedad.

Al prelado le hicieron todo tipo de preguntas y no faltaron las referidas a la crisis que afecta a tantas personas. Munilla lo dejó muy claro, los desahucios son una inmoralidad, es la misma conclusión a la que llegaron los obispos de la comisión permanente de la Conferencia Episcopal en su documento sobre cómo afrontar la crisis. «Ante la crisis, solidaridad» es el título del mensaje de los obispos. Sostiene que disponiendo como se dispone de tantos medios económicos y técnicos, debemos ser capaces de ordenar la vida en común de un modo verdaderamente más justo y humano. Por ello, considera «comprensible» que se extiendan entre los jóvenes «los sentimientos de desafección y de rechazo» de esas instituciones. Por otro lado, el documento señala el «sufrimiento» provocado por los recortes, y que «la inmensa mayoría sobrelleva con serenidad y espíritu de sacrificio». Por ello, los obispos creen que «hay que reconocer y agradecer el civismo y la solidaridad, ahora especialmente necesarios», a la vez que afirma que «las autoridades han de velar por que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles». Los obispos argumentan que el malestar social y político no debería ser usado «para la promoción de ningún interés político o económico particular, a costa del interés general».

El documento pide un gesto a favor de las familias que sufren los desahucios de sus viviendas. Por ello piden «a quien corresponda» que se encuentren «soluciones que permitan a esas familias (igual que se ha hecho con otras instituciones sociales) hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle». Los obispos creen que «no es justo» que «resulte tan gravemente comprometido el ejercicio del derecho básico de una familia a disponer de una vivienda».

El Evangelio de la liturgia del día de hoy nos recuerda que el mandamiento más importante es «amar al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma con toda tu mente y con todo tu ser y€ al prójimo como a ti mismo» (Mc 12, 29-30). No podemos más que demostrar el amor hacia Dios que con nuestro compromiso con los más indefensos.