Ibiza inauguró el ´Año de la Fe´, promulgado por el Papa Benedicto XVI, con una misa en el parque Reina Sofía que el Diario consideró «misa multitudinaria». Muchos detestan, en la era del secularismo, estas manifestaciones públicas de la religión como cosas del pasado, propias de pueblos atrasados e incultos. Como Daniel Dennet, uno de «los Cuatro Jinetes del Nuevo Ateísmo» junto a Dawkins, Harris y Hitchens, que se siente enviado a salvarnos de la superstición que son para él las religiones. Aunque en aras de la biodiversidad admite recluir en una especie de zoo a un grupo de baptistas para que podamos observarlos como muestra de lo que fueron las religiones en el pasado. Eso sí, sin las misas multitudinarias que aún se consienten en Ibiza: el zoo estaría condicionado a que los baptistas no transmitan a sus hijos sus creencias para evitar que se propaguen.

Tropieza ese proyecto con lo que dijo en parábolas su fundador en el Evangelio, que «no se enciende la vela para esconderla debajo del celemín sino para que alumbre», porque ocultarla equivaldría a conservar la religión disecada en un museo como quiere Dennet. Ya sin parábolas, por si cabía duda de sus intenciones, lo ordenó en lenguaje llano a sus seguidores: «Id y predicad», «gritadlo desde los terrados». No cae Dennet en que la transmisión de la fe es connatural al cristianismo, baptistas incluidos, y sin este rasgo esencial, en su zoológico exhibiría una cosa nada parecida a la religión cristiana. Ni explica la contradicción de por qué, si como él mantiene las religiones son un producto más de la evolución, ve preciso intervenir, desvirtuarlas y encerrarlas en zoos para impedir que sigan su evolución.

Es llamativo que gente tan inteligente como el profesor de filosofía Dennet vuelvan a proponer y justificar, para imponer la propia ideología, la utilización infame de seres humanos en contra de sus convicciones más profundas. Como si Hitler no hubiera existido. Dennet y sus abundantes partidarios infringen la primera norma de la sociología al mostrarse incapaces de ponerse en el lugar de las personas que estudian y atribuirles a priori sus propios prejuicios. Tampoco pueden admitir que haya tipos de conocimiento distintos al científico, como la fe, emperrados en la incompatibilidad de fe y ciencia aunque la realidad les contradiga tercamente: el 40% de los científicos americanos se declara creyente, sin cambios en el resultado de la encuesta desde 1916.

La ideología preponderante hoy tiene al cientifismo como exclusivo conocimiento digno de ese nombre, al hedonismo como modelo de vida y al relativismo como filosofía vigente. La ofuscación en ideologías ciega a las realidades que no se ajustan a lo que ellas prevén, por eso la que está en boga choca de frente con el mensaje del año de la fe: conocimiento de Dios, mandamientos exigentes y verdades absolutas.