Que fumar marihuana lo deja a uno más tonto ha concluido un largo estudio que siguió la trayectoria mental de 1.037 neozelandeses desde su niñez hasta que cumplieron los 38. El deterioro del coeficiente intelectual (C.I.) se asocia especialmente al consumo de hachís en la adolescencia: se pierden hasta 8 puntos de C.I. respecto a los que no lo consumen al alcanzar la madurez. El deterioro cognitivo aumenta paralelo a la asiduidad en el uso del porro, y el cese de su consumo ya no consigue restaurar del todo la función neuropsicológica de los que comenzaron a consumir cannabis como adolescentes. Su capacidad de concentración y su memoria quedan afectadas permanentemente.

Barbara Geller, del ´Journal Watch Psychiatry´ aprovecha el estudio para incidir en un tema recurrente: «La creencia de que el cannabis representa una sustancia recreativa más benigna que el alcohol queda desmentida por este estudio y por otros que lo asocian a una mayor vulnerabilidad de padecer psicosis entre los que comienzan a consumirlo en la adolescencia». Todo apunta a un efecto neurotóxico del cannabis sobre el cerebro adolescente, lo que habla de la importancia de la prevención en esas edades. Por eso no deja de ser deprimente que el estudio citado también revele que cada vez son menos los adolescentes que piensan que el consumo regular de marihuana dañe su salud, mientras crece tanto la tendencia a iniciarse en su consumo a edades más tempranas como la de que mayor porcentaje de adolescentes lo haga diariamente.

No son buenas noticias para los adolescentes ibicencos que esperan salir de clase para fumarse un canuto con sus colegas. La demanda y consumo de drogas es proporcional a la oferta y basta introducirla donde no la hay para crear mercado del tipo de droga que sea, como saben bien los traficantes en Ibiza, cuya abundancia se puede estimar por la punta del iceberg que revelan las continuas detenciones y requisas. Ni siquiera los encargados de perseguir el tráfico están fuera de riesgo, como se vio en el aeropuerto durante el verano con esos guardias cazados por cámaras ocultas.

Quizás este estudio no fuera imprescindible, pero vivimos en una sociedad medicalizada en la que las cosas más evidentes necesitan ser demostradas científicamente, aunque la realidad hable por sí sola. No está de más investigar los efectos perniciosos del hachís sobre el organismo humano, pero pocos padres necesitan estudios prospectivos para saber que no beneficia a las facultades mentales de sus hijos. La marginación, la indolencia, la pereza y esa actitud de ´relájate, no pasa nada´, que se asocian al consumo de drogas están claras para los que usan su sentido moral de lo que está bien o está mal, ajeno e independiente de los factores de riesgo de enfermar con que se quiere hoy reemplazar la voluntad de llevar la propia vida del mejor modo posible.