Si metemos a 35 estudiantes de Secundaria y a su profesor en un aula de 54,46 metros cuadrados tocan cada uno a 1,5 metros, en los que deben acomodarse ellos y sus correspondientes sillas y mesas. Así que cuidado con estornudar o agacharse a coger un boli, porque lo más fácil es que el codo de uno acabe incrustado en el ojo o el hígado del compañero. En el caso de Bachillerato, el espacio por cabeza aún se va a reducir más: hasta 42 alumnos ya creciditos llegarán a hacinarse en una clase, por lo que ellos y su profesor se tendrán que conformar con 1,26 centímetros por barba. La conselleria solo pone el tope máximo de alumnos por clase, pero no detalla cómo tendrán que entrar al aula: ¿saltando por encima de las mesas y las sillas? En esto no se mete, a gusto de cada cual.

Tal como está el panorama, al final va a resultar que los estudiantes de Formación Profesional de Formentera a los que eliminan las clases presenciales para ahorrar serán unos privilegiados, pues dispondrán de un espacio bastante más adecuado para estudiar, sin que peligre su integridad: su propia casa.

Sin embargo, el presidente del Govern sigue dale que te pego con que esta será la legislatura de las autopistas de la educación. Que alguien le diga que deje todo como estaba, por favor.