La democracia no nació en Grecia como se ha venido creyendo erróneamente, sino en los Alpes. Allí los primeros partidos celebraron los primeros congresos. La prueba de ello se exhibe en Bolzano (Italia): es el cuerpo congelado de un hombre que murió hace más de 5.000 años en el valle de Otz, Por ello, y en ausencia de documentación en regla, le han llamado Ötzi.

A diferencia de otros restos humanos, como huesos de necrópolis y momias egipcias, Ötzi fue hallado casi como si acabara de morir, lo que permitió a los científicos proceder a un examen de gran precisión, digno de un capítulo de CSI. Además, falleció de repente con todo puesto: ropa, complementos, armas, y así le cubrió la nieve. Vestía pieles de la cabeza a los pies y llevaba un hacha, un puñal, un arco y un carcaj de flechas. Es decir, equipamiento de caza… o de batalla. Presentaba una herida en una mano, producida cuatro días antes, y dos lesiones mortales: una de flecha en la espalda, que le atravesó el omóplato, y una fractura del cráneo.

La reconstrucción de los arqueólogos fue clara: Ötzi participó en una batalla, donde fue herido en la mano. Perdió y huyó. Pero sus adversarios habían lanzado la orden de «que no quede ni uno vivo», y le alcanzaron. Y allí quedó, esperando que la nieve y la helada le condujeran a la posteridad. ¿Qué fenómeno social desencadenó tales hechos? Se ha especulado con peleas territoriales o con asuntos amorosos, pero basta con fijarnos en la actualidad reciente para encontrar un patrón en el que todo encaja: el congreso de un partido político tras una cadena de derrotas.

Veámoslo: los dirigentes en liza llegan al escenario del congreso con el ánimo belicoso y con todas las armas que puedan llevar encima. Se pelean sin cuento durante largas horas y se infligen graves heridas, abiertas y sangrantes. Finalmente uno de los dos bandos vence y el otro agacha la cabeza, acepta la derrota y se retira con el rabo entre las piernas.

Pero los vencedores no tienen bastante, y mientras con la boca grande dan vivas a la unidad, de tapadillo lanzan a sus huestes la orden de exterminio de los vencidos, que son objeto de persecución sin cuento hasta que se les consigue expulsar de todos los cargos, internos o institucionales, que es la forma moderna de la muerte política –y que constituye un avance indudable respecto a muchos siglos en que se prefería la eliminación física, para más seguridad. En resumidas cuentas, Ötzi fue un equivalente prehistórico de los actuales chaconistas. Vae victis.