Criticable como es la reducción de gastos en la conselleria balear de Salud de la ibicenca Carmen Castro, de lo que no cabe duda es de que hay gastos. Alguien paga el sistema de salud que disfrutamos y que, con todas sus deficiencias, ofrece una calidad envidiable que atrae multitud de extranjeros, algunos pobres y otros no tanto.

Alemanes, ingleses, franceses, italianos belgas y pacientes del Este de la UE, africanos y americanos han visto las ventajas del sistema de salud español: calidad, gratuidad y, sobre todo, fácil acceso. A pesar del desmadre de 17 comunidades con servicios de salud irracionalmente independientes que ha conseguido encarecer el sistema, crear desigualdades en la asistencia y mermar su solidaridad. O que un recién llegado sin papeles tenga más derecho a ser asistido que el de la Comunidad de al lado. Con el agravante de que haya que suponer que el primero es pobre por el solo hecho de decirlo. Cualquier profesional del Ib-Salut puede exponer casos sospechosos de abusos por parte de inmigrantes.

La crisis destapa lo que se veía venir, la frágil sostenibilidad económica de un sistema de salud de calidad, por su política de puertas abiertas gratis a todo el que solicita sus servicios. Por eso, defender el sistema de los abusos es imprescindible, políticamente valiente y merece todos los elogios.

Tras muchos años de vocear su gratuidad algunos políticos se percatan de que la asistencia es cara y exige presupuestos crecientes. La gratuidad es irreal, la asistencia siempre la paga alguien. Por ejemplo, dos nuevas terapias de un cáncer común como el de próstata, costarán: una pauta de ´Provenge´ 93.000 dólares; un solo mes de ´Zytiga´, 5.000 dólares. No curan, solo prolongan la vida tres meses, pero el fabricante espera que el mercado mundial de ese cáncer pase de mil a cuatro mil millones de dólares de aquí a 2015. Políticos como los de IU, que acusan de discriminación a la consellera Castro por pedir papeles a los inmigrantes, olvidan al parecer que los contribuyentes también justifican con papeles su derecho a la asistencia, pero además la pagan con sus impuestos y pagan también la de los inmigrantes que no cotizan. Es demagógico llamar privilegiado al que, tras pagar dos veces, ve menguar la calidad de su propia asistencia paralelamente al aumento de la demanda. Quizás IU quiere conducirnos a una situación sanitaria ideal como la de Cuba, en la que la falta de fondos consigue una buena asistencia para el presidente venezolano mientras para los cubanos de a pie no queda ni aspirina. Muchos ibicencos que visitan Cuba abastecen de medicinas a sus parientes emigrados allá, que disfrutan de la sanidad comunista.

Detectar puntuales casos de inasistencia y atenderlos debidamente no debe impedir la detección de los abusos que ponen en peligro uno de los mejores sistemas de salud del mundo de hoy.