Hace unos años escribí sobre la magnífica longevidad de un olivo de San Carlos, unos supuestos 800 años. Más adelante, fue una milagrosa posidonia de Formentera el ser vivo más grande, más extenso (8 kilómetros), conocido en el planeta y seguramente con más de cien mil años, si no recuerdo mal. ¿Verdad que el conocimiento de estos datos nos llenan de gozo y de sorpresa? Una sensación parecida invadió al fenicio al saber de los 105 años de una fenicia, Catalina Torres, y que además sigue disfrutando de una clarividencia envidiable. El fenicio vuelve a rascarse la cabeza. El mundo es muy raro y a veces muy duradero. Me siento picado por estas longevidades y a su vez por la procedencia a través de los tiempos de algunos animales y plantas. Incluso en mi Mariano Digital publiqué el carnet de identidad del ser vivo más antiguo que vive sobre el planeta, 9.550 años: es un simple abeto, de la misma familia del que se corta y se pone en casa por Navidad, la Pícea de Noruega, cuya madera se empleaba para construir los valiosos violines Stradivarius. El árbol renueva el tronco y los tallos cuando le parece, pero la raíz es la misma, el mismo mecanismo, supongo, que emplea la posidonia de Formentera. Pero hay otros casos y los he recopilado en estas notas fenicias. Bajo las aguas islandesas se ha encontrado una almeja a la que se atribuyen más de 400 años de edad. No se puede comparar con nuestra conífera. Mucha gente ha pretendido hacer pasar por el ser vivo más longevo del mundo al pino 'Bristlecone´ que se encuentra en la cordillera de las White Mountains, al este de California. Le atribuyen una edad de 4.767 años, pero gana el abeto de Noruega por más del doble.

Por supuesto que me acuerdo de la mítica secuoya americana, con unos troncos de imponente envergadura. También es una conífera que puede admirarse en las cercanías del parque Yellowstone: la conífera roja puede alcanzar los 95 metros. Se sabe que pueden superar los 4.000 años, seguramente más que el famoso drago de Icod de los Vinos. Si vas a Tenerife no dejes de hacer una parada en el pueblo para admirar este admirable árbol dragón del que se dice que destila sangre curativa (la savia). Tanto me impresionó que traje conmigo tres semillas a Ibiza, sólo medró una y ahora crece ufana en una finca de San Miguel, porque acabé por regalarlo. Los científicos han recuperado una bacteria viva que estaba sumergida en los hielos eternos de Groenlandia desde hace 120.000 años. Si ha resistido viva este tiempo es sin ninguna duda el ser más longevo del planeta, porque la gamba o langostino del sur de Escocia ha sobrevivido a los dinosaurios y a tres grandes extinciones, pero como especie, o así lo entiendo yo. Es decir, la gambita, de unos 10 centímetros, Triops cancriformis, está en el planeta desde hace 200 millones de años, el doble que nuestra Posidonia que sólo lleva cien millones de años. Las estrategias de este crustáceo son un dechado de maravillas de la biología, pero ¿acaso no lo son todas las de estos personajes, árboles, bacterias o artrópodos que pueblan nuestra sorprendente Tierra?