Nadie se pone su propio sueldo, de no ser en sueños, a excepción de los políticos en el poder. En el caso del Ayuntamiento de Ibiza no solo se ponen los cargos su propio sueldo, sino que cuando pasan a la oposición y son los otros quienes gozan el poder, se permiten denunciar su privilegio. Estas denuncias entre partidos tienen una lógica con solo mirar el pasado reciente: en todos los partidos tienen conciencia del abuso arbitrario que es ponerse, léase subirse, el propio sueldo. Porque los denunciantes de hoy son los denunciados de ayer; y viceversa. Rozan el disparate las razones de los actuales beneficiados del sistema: Joan Daura, primer teniente de alcalde, se justifica con que el equipo de gobierno «es bueno y trabaja mucho» y eso «se tiene que pagar con dinero, así de claro».

No dice Daura lo que piensa de cuantos han visto repetidamente bajar y congelar sus sueldos, pero va implícito en su frase: los demás no son tan buenos como ellos o no trabajan mucho. O las dos cosas. Y no merecen el dinero, así de claro. Ni explica Daura por qué su equipo, de bondad y laboriosidad por demostrar aunque se las pagamos con dinero a priori, está dispensado de seguir la norma de austeridad y sacrificio que el jefe de su partido y del Govern, el señor Bauzá, nos exige al resto. Aunque justo es reconocer que Bauzá le dio ejemplo en el argumento para subir el de su propio equipo del Govern.

El partido de oposición que denuncia los hechos parece hacerlo con el exclusivo interés de dañar a su adversario, no de evitar el despropósito. Si en verdad la oposición quiere impedir este atropello despótico que empiece por proponer alternativas. La única eficaz es una ley que prohíba e impida a los muchos Dauras de este país subirse el sueldo a nuestra costa por la sola razón de enamorarse de su precioso ombligo. Evitarían de paso que como explicación se permitan calificarnos de zánganos e incapaces a los que con nuestro trabajo pagamos sus sueldos. Pero la oposición perdería así la ocasión de repartirse el botín cuando le toque y prefiere quedarse en el amago y esperar su oportunidad. No está tan lejana su práctica del poder para que no la recordemos.

Que exista la posibilidad de adjudicarse dinero del erario conforme al juicio que se tiene de uno mismo es inmoral y provocador. Solo los agraciados actuales y futuros de la mamandurria no lo ven así y por eso lo denuncian de boquilla. La desvergüenza de aprovecharse económicamente de su situación de poder en plena crisis lleva a Daura, en su paraíso aislado del común, a poner la guinda a su sinrazón: el asunto «no debe ser motivo de debate público de cara a la prensa». Acaba de tomar posesión y no solo le sobra ya el debate público y la prensa sino que lo dice. Solo le falta coger el teléfono y amenazar al periódico, en la mejor tradición de una mentalidad que dejo que se otorgue él mismo, como su sueldo.